Vox en las bodegas

 

Hace unos días me reunía en una pequeña bodega de pueblo, en una de esas bodegas centenarias que nuestros antepasados, con un pico en la mano, excavaban en la roca. Son túneles de unos pocos metros cuadrados, a los que les añadían una fachada de piedra de mampostería con tejadillo a dos aguas; fachadas dibujadas en un estilo simple e infantil, pero eficientes: el túnel,como una perfecta cámara frigorífica queda aislado y basta con pasar el umbral de la puerta para que la temperatura baje diez grados. En invierno, en cambio, a pesar del viento pelado y hosco de lasierra, a la luz de una vela y con un buen abrigo, se pueden pasar las horas.

El pueblo en cuestión tiene dos habitantes fijos durante todo el año, los dos solteros, los dos jubilados. Algunos oriundos, también jubilados en su mayor parte, vienen de la ciudad los fines desemana. En las bodegas nunca se habla de política. En primer lugar, siempre hay muchas cosas deque hablar: la caza, los huertos, la recogida de la almendra, Fulano, que aún trabaja unas vides… O los nietos, que manejan el móvil no sabes cómo. En segundo lugar, no se habla de política por una sana precaución.

En fin, que uno se mete en estas bodegas y conoce de primera mano a los testigos directosde la época de nuestros abuelos, cuando aún en muchos pueblos de España se iba a por agua a la fuente. Cuando, es cierto, uno podía morir de una pulmonía o de una infección de estómago, pero nadie tenía alergias ni depresiones. Porque la vida era algo inmediato y las expectativas, más que menos, estaban acuciadas por el tiempo y el espacio natural. Vamos, que al que escribe le gusta bajar de vez en cuando a una de estas bodegas no sólo para beber un vaso de buen vino -y dos-, comer un taco de jamón y escuchar una jota tras otra, sino también para aprender.

Y hete aquí que la conversación empezó por la igualdad de la mujer. Cuando los telediarios apuestan por sacar día sí día también noticias referidas a la “violencia de género”, la gente, que hasta ahora ha conservado el sentido común prudentemente en silencio, habla en confianza. No puede ser que parezca que no haya otro problema. No puede ser que no se hablen de otros problemas.

No puede ser que en España entren los inmigrantes sin orden ni concierto. ¿Los va a meter en su casa Manuela Carmena? ¿Y de eso no se habla? ¿Y los suicidios? Dos mil al año por lomenos. Y no hay niños, cada vez hay menos niños, y se practican… ¿cien mil abortos al años, por lomenos? Y como todos los contertulios son cazadores, ellos, que cada año de su vida veían degollar cerdos, corderos y pollos, ahora ven que la ministra del ramo “prefiere a los animales vivos”.¿También ella considera a los cazadores asesinos, como muchos animalistas? ¿Hemos perdido la razón? Y uno de los contertulios pide silencio y nos pone un vídeo. Y escucho una voz, no una voz especialmente imperiosa, ni profunda, ni impostada; no esperaría una jota con ese timbre de voz, pero esa voz dice, sin ambages, que la caza y los toros son dos actividades perfectamente lógicas, plausibles y nobles.

Esa voz es la de Santiago Abascal, el líder de Vox, que hasta hace dos días era un perfecto desconocido para media España, por lo menos. Pero resulta que este partido de Vox está diciendo lo que mucha gente quiere escuchar, y no sólo lo dice su líder. Mucha gente ya harta se le ha unido. Hay que poner orden, porque este país se está desmadrando de corrupción, pasteleo, ladrones de guante blanco, getas que van de comunistas, mientras la sanidad se desborda, las familias son cada día más escuálidas, los jóvenes aprenden poco y mal, la formación profesional sigue en descrédito, los especialistas en subvenciones sin dar un palo al agua se multiplican y se obliga a sacar dos veces al día al perro.

Nunca había oído hablar de política en la bodega. No sé si todos mis amigos contertulios votarán a Vox, pero el cuento ese de que la ultra derecha no se lo cree ni su padre. Ni el alcalde del pueblo, que es socialista.

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CLAVES EN OPINIÓN

Un comentario

  1. La ideología imperante ha logrado hacernos creer que los valores y prioridades de los españoles son las que aparecen en los medios y no las que nos asaltan cada vez que reflexionamos a solas un rato. Por eso nos acostamos con la sensación de ser el conductor que circula por la izquierda…

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