Una falta de respeto a las víctimas

El lema “Que te vote Txapote” ha sido el principal “leitmotiv” de esta campaña, habiendo recibido el respaldo de muchos, así como la crítica de personas tan dispares como Consuelo Ordóñez y Mercedes Aizpurúa.

 

Creo sinceramente que el lema apunta, en el fondo, a una falta de respeto a las víctimas, directas e indirectas, pero dudo que mi razonamiento fuera seguido por Aizpurúa ni tampoco por la progresía filoterrorista. La presencia de la ETA en las elecciones es el hecho más grave que socava nuestra democracia, hasta el punto de que, añadido esto a la falta de independencia del poder judicial como a la impunidad para con el golpismo catalán, se puede pensar con absoluta justeza que la de España es una democracia fallida.

 

Recuerdo de niño la primera vez que percibí la injusticia que supone aceptar de manera gregaria una situación injusta. Por las tardes, en el recreo, jugábamos un partido de fútbol. En mi equipo estábamos a lo mejor ocho alumnos, y en el contrario jugaban dieciséis. Siempre perdíamos. Se había hecho así el reparto y ni se discutía la desigualdad. A mí me llevaba los demonios precisamente eso: que nadie movía un dedo por cambiar la situación y salir al campo a jugar en igualdad de condiciones. La evidencia de la injusticia y la cobardía o el descaro para sostenerla, aprendí amargamente, no sólo son cosas de niños.

 

Siempre he tenido una fea sensación ante la habitual retórica sobre el terrorismo: desde “los del tiro en la nuca” hasta el “que te vote Txapote”, pasando por el absurdo “que pidan perdón”, como si la sociedad fuera un particular o un confesor. Tengo la sensación de que tenemos que dramatizar con la retórica, que es como admitir que los hecho por sí solos ya no hablan. Eso es lo más grave: que los hechos ya no hablen por sí solos. Un juez no dramatiza en sus sentencias: describe los hechos y aplica la ley. Y en España se optó por desplazar a los jueces y sustituirlos por políticos; ya no había que  describir los hechos y juzgarlos, sino conformarse con unas manos blancas, una retórica más o menos descriptiva, pero la aceptación de todo el entramado político y social creado por el separatismo y respaldado por la ETA. Por todo ello, me parece que, en puridad, la respuesta a los pactos de Sánchez con la banda no debería ser “Que te vote Txapote” (lema que se queda pequeño para Sánchez) porque en el fondo estás poniendo a Txapote en el caldero democrático. Un país unido y con una democracia saludable debería pedir que se siente en el banquillo a quienes han traicionado la democracia para negociar con la ETA.

 

Leo estos días la narración de todo ese proceso del PSOE, iniciado por Rodríguez Zapatero, de negociación con la ETA, de la pluma de Carlos Cuesta en su libro El gran impostor, que recomiendo vivamente. Rodríguez Zapatero justificaba hace poco la presencia de Bildu en las elecciones admitiendo que se negoció con la ETA: si dejaban de cometer atentados, venía a decir Zapatero, podrían reintegrarse en la vida política. Esto es decir descaradamente que la legalización del Tribunal Constitucional no atendió a razones jurídicas, sino de conveniencia partidista. Es decir: el Tribunal prevaricó. Y lo que no se entiende es cómo se puede admitir en una democracia una negociación con criminales y cómo no acaba un señor como Zapatero en el banquillo de los acusados por alta traición.

 

Tenemos que recordar que el Tribunal Supremo ya había ilegalizado al partido de la banda terrorista, con la ley de partidos en la mano. No se entiende, desde el sentido común, que un Tribunal Constitucional puediera meterse en la resolución de un  tribunal Supremo que aplica una ley que no ha sido derogada por inconstitucionalidad. La realidad es que el Tribunal Constitucional se dividió en dos y venció el voto de calidad del presidente.

 

Esta historia merece más de un documental, y aquí sólo se quiere recordar brevemente. Los atentados del 11 de marzo del 2004 abrieron la puerta de la Moncloa a Rodríguez Zapatero, que hoy siniestramente sigue hablando de que “es mucho mejor ganar por sorpresa”. Eso le permitió continuar con las negociaciones que ya tenía iniciadas, con la ETA y los independentistas.

 

Mucha gente dirá que si se consiguió el objetivo, bienvenidas sean las negociaciones. Pero esto es un error de suma y aleve gravedad; y me parece alarmante que esté extendida esta idea sin un debate serio. En primer lugar, ninguna negociación puede acabar con la posibilidad de que una banda terrorista vuelva a su ejercicio. Ese razonamiento es un chantaje con una hipótesis falsa. Hipótesis que calla todo lo que se pierde por el camino. El Gobierno no puede poner sólo como objetivo final la ausencia de víctimas. Si el objetivo de acabar con las víctimas de tráfico es el único objetivo y ha de asegurarse que el número de fallecidos en accidente debe ser 0, la única manera de conseguirlo es prohibiendo el tráfico.

 

La solución pactada fue una huida adelante para salvar al PSOE del ostracismo al que se veía abocado, dado que si el PP funcionaba bien, el PSOE tenía para años en la oposición. Sánchez no ha hecho más que seguir la senda iniciada por Zapatero: para gobernar tenía que dar margen a separatistas y filoetarras, cuando no etarras directamente. Mientras, contaría con las anas pastores llamando fascistas a los de VOX porque titula a la violencia de género como “violencia doméstica”.

 

Es una huida adelante porque España se ha debilitado como país. Casi nadie repara en el hecho de que miles de votantes no nacionalistas ya no viven en el País Vasco porque tuvieron que huir. ¿No podría contemplarse esta excepcionalidad para recuperar la población perdida? El entramado terrorista de Bildu sigue creando un ambiente de miedo y de proselitismo, gracias al dinero que gana en el proceso democrático en el que no cree y que sólo utiliza para lograr la separación de España. Cualquier viraje que se quiera dar en política educativa u de otros ramos que apuntara  al fortalecimiento de la identidad española del País Vasco, está latentemente amenazada por un entramado separatista fortalecido desde el gobierno nacional. Por no hablar de cómo el nacionalismo ha desarticulado a una buena parte de la población no nacionalista, que se cuidará muy mucho de meterse en problemas. Y esta es una de las más graves consecuencias del llamado “blanqueamiento” de la ETA. Así que la ETA sí sigue matando: la libertad, en el País Vasco, agoniza, igual que cuando Zapatero negoció, pero con más medios ahora.

 

¿Por qué nadie se ha planteado si es posible calcular el dinero robado por la banda criminal a todos aquellos empresarios a los que amenazó de muerte? ¿Nadie se ha planteado que así como se devolvió a sindicatos los inmuebles incautados en la postguerra, se debería devolver a particulares y al estado el dinero robado por la banda terrorista? ¿Alguien se ha planteado que sin la colaboración con la justicia para resolver hasta el último de los atentados no debería haber un solo acercamiento ni beneficio penitenciario? ¿Alguien se ha planteado que España no tendría por qué poner en manos de Europa un tema tan oneroso como la seguridad interna, cuando, además, todos sabemos que fue otra maniobra de Zapatero el dejar el tema de la doctrina Parot en manos de un peón socialista que lo negoció en los tribunales europeos?

 

Esta negra historia empezó con los atentados del 11 de marzo del 2004, atribuidos falsamente a la guerra de Irak y cuya planificación aún hoy se desconoce. Pero continúa en la actualidad mientras se acepte la situación dada y al nacionalismo vasco como a un interlocutor más. Dice Feijoo que él nunca pactaría con Bildu, (mientras sí con el PNV,  socio de Bildu en todo este proceso), pero no ha dicho que hará lo posible por ilegalizar a Bildu. Es más, en su partido se ha dicho que hay que convivir con Bildu. Rosa Díez intentó su ilegalización en UPyD y el PP de Rajoy entonces se rió de ella. La realidad es que el PP, con la hermana de Mari Mar Blanco entre sus filas, aunque parezca mentira, aceptó este pacto y por eso nació VOX. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

 

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