Hace un par de días, los diversos pueblos y ciudades españolas volvían a ser escenario, como cada año, de esas tradicionales cabalgatas que suponen la llegada de Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente a cada uno de estos puntos geográficos, esperados por multitudes de familias, de niños ilusionados por recibir los regalos que previamente han pedido por carta, ya sea a través del Cartero Real o de Internet.
Normalmente, hablamos de uno de tantos eventos culturales gestionados directamente por los burócratas municipales de turno, por los equipos de gobierno de los ayuntamientos. Pero no es la finalidad del artículo dar detalles sobre los gestores habituales de estas actividades de las programaciones navideñas, sino advertir de aquello a lo que nos exponemos.
Como recordaremos, desde 2016, esos consistorios de las principales urbes españolas que están gobernados por la extrema izquierda -como es el caso de Madrid, Barcelona y Valencia-, no han dudado en erosionar las esencias características de este tipo de eventos, de distintas maneras: diseños más que abstractos, patrones de trajes totalmente absurdos, figuras como las «Reinas Magas», etc.
Incluso la programación navideña han tratado de alterar, en general. Por poner ejemplos, las propuestas sobre un solsticio de invierno en la capital de Tabarnia (donde en más de una ocasión ha habido desinterés en la iluminación propia de esas fechas), las ideas de una «multikulti Navidad» en la capital de España y ciertas omisiones de referencias religiosas.
Este año tampoco se ha librado de esperpénticas historias. En Barcelona, los Reyes Magos han llegado a la ciudad en un barco de la antieuropea asociación Open Arms (perteneciente a George Soros, multimillonario que supone una amenaza para Europa) mientras que en la localidad de Vilanova i la Geltrú se han emitido mensajes en apoyo de los presos golpistas, a través de TV3, arma propagandística nacional-catalanista.
Pero es que, aparte de eso, mientras que en Lugo, el Rey Melchor ha aprovechado la ocasión para hacer propaganda electoral del PSOE (con motivo de los comicios electorales del próximo mes de mayo). en Andoáin (Guipúzcoa), el Rey Baltasar expuso, desde el balcón del consistorio municipal, ante una multitud de infantes, que quienes venían de Oriente eran sus padres simplemente.
Sin necesidad de complicarse demasiado la existencia, es fácil inducir que existen gobernantes municipales dispuestos a cargarse las tradiciones de los pueblos, y así es. Pero el análisis no debe limitarse a una reprobación de ese hecho real, sino ir hacia la raíz del problema: el hecho de la nula responsabildad por parte de la sociedad civil.
Aunque siempre haya vecinos dispuestos a participar en las actividades organizadas por las entidades de gobierno municipal, no se ha preocupado la sociedad de reivindicar las competencias necesarias para gestionar estos eventos, garantizando a su vez la autofinanciación, sin necesidad de coacciones que son posibles gracias al concepto de impuestos.
Nos hemos acostumbrado a esperar, año tras año, «a lo que vaya a proponer el alcalde para la ocasión». Pero un gobierno municipal, sea o no sea honesto, igual que puede incumplir sus promesas electorales, no tiene por qué deberse a la tradición, sino a unos principios contrarios a esta o partidarios de aprovechar todos los medios a disposición para adoctrinar a las masas.
Como ocurre por medio del férreo dirigismo estatal de la educación, la titularidad no privada de medios de comunicación (o la mera subvención de aquellos cuyos titulares no representen al Estado), se puede intentar inculcar a la población en dogmas relacionados con temas como el nacionalismo periférico, el multiculturalismo, el laicismo, el anticapitalismo y la ideología de género.
Al mismo tiempo, cabe advertir de que la izquierda es tanto hispanófoba como anticristiana, tratando de erosionar cualquier atisbo de la religión y de la tradición, para suprimir lo que son «obstáculos» para consolidar un Estado expansionista-globalista que ejerza una total planificación centralizada y dominio absoluto sobre una sociedad adoctrinada, sin unidades de resistencia (familia, cuerpos intermedios, …).
Por ello, buscan acabar con la Navidad así como con lo relacionado con los Reyes Magos (tradición característica de la España católica). Así pues, sería hora de que como sociedad civil comencemos a tomar las responsabilidades que nos deben competer para mantener con vida nuestras tradiciones, reafirmándonos simultáneamente nosotros, los europeos, en nuestros valores cristianos.
Allí donde la sociedad es más activa, mayor es la garantía de determinados principios. En el caso religioso, podemos referirnos a Polonia, donde hay una indudable, convincente y aguerrida defensa de la tradición y la dignidad humana, y profesión del cristianismo católico (especialmente en la zona sur). Pero es que da la casualidad de que respecto a los Reyes Magos cabe hablar de ellos también.
Desde 2010, tras las iniciativas de un colegio del Opus Dei en Varsovia, empezaron a celebrarse cabalgatas en el país natal de San Juan Pablo II. En esta ocasión, más de 700 municipios han sido escenarios de estas (no pocos están ubicados en las regiones más seculares y menos conservadoras del país, entre los cuales figuran ciudades como Gdansk, Breslavia, Lodz y Szczecin), con bastante afluencia en general.
Pero no ha sido gracias a ningún gobierno (de ninguna escala), sino a la sociedad civil, por lo que el desarrollo de este tipo de eventos está siendo exitoso en Polonia. Existe una fundación encargada de promover las cabalgatas en toda la geografía de este país eslavo, y si se expande, ha sido gracias al creciente interés por parte de los ciudadanos polacos. Por cierto, estas cabalgatas respetan más el decoro religioso que muchas de aquí.
Es más, cabe destacar que muchos polacos tienen bastante interés no solo en la lengua y la gastronomía españolas, sino en episodios históricos de una de las Naciones católicas más antiguas. Por ejemplo, el Descubrimiento de América, la Reconquista y los movimientos de los requetés, por cierta defensa de la tradición y los valores católicos.
En cualquier caso, una vez dicho esto, los españoles deberíamos de tomar conciencia y proceder a reivindicar la recuperación de la gestión de las actividades navideñas, al mismo tiempo que hemos de valorar el significado católico de la misma (aparte de los valores que inculca en pro del bien moral). Confiarlo al burócrata de turno puede ser peligroso, ya que se corre el riesgo de dinamitar lo que es parte de nuestra tradición.