La pasada semana, el enésimo plan de fake Brexit (no intencionalidad de consecución de independencia absoluta de la Unión Europea -UE-) presentado por la Primera Ministro británica Theresa May también destacaba por la nula intención de hacer cesiones en cuanto a la soberanía de Gibraltar.
Una vez pasado el día 23 de junio de 2016, se vio cierta oportunidad para “recuperar el peñón de Gibraltar”, esperándose, al menos, alcanzar una soberanía compartida sobre el mismo, entre el Reino Unido y España. De hecho, cabe recordar que la mayoría de residentes de este territorio apostó por no salir de la UE (más del 95%, con una participación electoral del 84%).
Sí, ese mismo sobre el cual cabe señalar que ninguno de los sucesivos gobiernos españoles (el Frente Popular no iba a ser menos) ha demostrado el interés necesario en recuperar un territorio cuya soberanía perdió el Estado español a raíz del Tratado de Utrecht (año 1713), no dándose lugar en ningún momento a la plena independencia política de la misma.
A su vez, hay que recordar que el Estado británico, a pesar de no tener como pertenencias los controles de los espacios aéreo y marítimo de Gibraltar, ha perseguido a los pesqueros españoles que han decidido desarrollar su actividad en las aguas que rodean el istmo en cuestión. Estos han tenido que ser escoltados, en ocasiones, por la Benemérita.
Ahora bien, en el año 2002, la práctica totalidad de la ciudadanía gibraltareña se opuso, a través de un referéndum, a que su territorio alcanzara un estatus de cosoberanía entre España y Reino Unido. Como ocurrió hace un par de años, en relación a la consulta de permanencia en la UE, la participación electoral fue considerablemente elevada.
Una vez expuesta esta breve narración contextual, habría que preguntarse si hay alguna cuestión injusta sobre las cuestiones jurisdiccionales gibraltareñas, cuál sería la mejor manera de que España recuperara la soberanía sobre el peñón, buscando a su vez la consecución de la españolidad del mismo.
Para comenzar, cabe señalar que, siguiendo el paradigma constitucional del territorialmente pequeño Principado de Liechtenstein, se debería de garantizar la secesión de aquellos municipios o grupos que lo desearan. Esto debería permitir a Gibraltar y otros territorios británicos pertenecer a la UE mientras que otros como Inglaterra deberían poder salir.
No obstante, los gibraltareños deberían de estar en alerta ya que su situación de no adhesión a los affaires aduaneros comunitarios, la armonización sobre determinada fiscalidad indirecta y la proteccionista Política Agraria Común (PAC), a considerarse como cesión eurócrata a Reino Unido, podría llegar a su fin, sometiéndose así el peñón al yugo intervencionista de la UE.
Esto, aparte de ser inconveniente, no creo que le interese mucho a unos ciudadanos a los que el sistema colonial británico. La fiscalidad es bastante atractiva, a diferencia de la vecina España, especialmente, en la muy socialista Andalucía. No se gravan las ganancias del capital, ni el patrimonio y los bienes inmuebles (se le considera, de hecho, la antítesis de un “infierno fiscal”).
Gráfico de Fernando Díaz Villanueva
España no posee ningún marco de competencia fiscal (los gobiernos autonómicos solo tienen autonomía para gastar, pero no para ingresar, con la salvedad de Navarra y Vascongadas, gracias al fuero, aunque en el segundo caso, el cálculo del cupo no sea exacto, para satisfacer a nacionalistas). Solo hay afán por competir en complicarnos más la vida diaria y cotidiana.
Cambiando de tercio, uno podría pensar que la españolidad gibraltareña es algo que se debe de recuperar. Pero Estado y Nación (la lengua va vinculada a esto último) son conceptos realmente contrapuestos, y a pesar de que la lengua inglesa tenga un estatus de oficialidad en Gibraltar, se habla bastante en español como en llanito (combinación de inglés y español principalmente).
Tampoco difieren bastante sus costumbres de las de sus vecinos hispánicos. Por lo tanto, debido a todo esto, si queremos reconocer jurídicamente la soberanía del peñón, quizá la vía más justa sería proponérselo a los gibraltareños de una manera atractiva y justa, acorde a la tradición española, y que decidan ellos en un referéndum.
Uno no es más español por someterse a la fiscalidad expoliadora e infernal de la Hacienda española y de alguna de las diecisiete intervencionistas autonomías, sino por participar de nuestra cultura y otros elementos que, en base al orden espontáneo, han definido esa idea de la Nación Española, de la cuestión e idea de la Hispanidad.
Bastaría con desearles que fueran una ciudad-Estado independiente (libre de las cuerdas coloniales británicas), adherida sociológico-culturalmente al “manto de la Hispanidad”, pero como ya dije en su día, si queremos ir más allá en el reconocimiento y necesaria promoción hispanista, lo mejor sería hacerlo en base a esa tradición descentralizadora.
Eso sí, sería antitradicional limitarse solo a conceder un fuero a Gibraltar, sin más. El foralismo debería extenderse a toda España, a toda la Hispanidad, con una máxima descentralización bien entendida, a la vez que se debe de respetar a los cuerpos intermedios no estatales y las instituciones familiares.
Finalmente, ya concluyendo, ha de quedar claro que lo ideal es promover el manto de la Hispanidad, sin complejo alguno, respetando la libertad, la tradición y la subsidiariedad, con independencia de los incompetentes burócratas del Estado español, la Unión de Repúblicas Socialistas Europeas y la Pérfida Albión. ¡Viva Gibraltar libre, foral e hispano!
Un comentario
Mi mas sincera enhorabuena por la solución que proponen para Gibraltar «que decidan ellos en un referéndum».
Perfecto, es lo que hace muchos años están demandando otros que quieren salirse de España.
Abramos el camino y utilicemoslo en todos los casos.