¿Qué ocurre con las propiedades de los judíos en Polonia?

Hemos cerrado la segunda semana del mes de mayo del presente año 2019 con una serie de titulares de prensa internacionales según los cuales, la «ultraderecha» o «extrema derecha» polaca había tomado la calle contra «la restitución de propiedades que se le expropiaron a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial».

El pasado sábado, alrededor de veinte mil personas protestaron en Varsovia contra una normativa que exige al Estado polaco que gaste alrededor de trescientos mil millones de dólares en indemnizaciones por las pérdidas de propiedades previamente mencionadas. También hubo movilizaciones en Estocolmo, Berlín y varias ciudades estadounidenses.

Eso sí, quizá convenga responder a una serie de cuestiones que nos ayuden a comprender mejor este contexto político (bueno, mejor dicho, a una serie de hechos que, casualmente, se dan en vísperas de los comicios al Comité Central de la UERSS y en el mismo año en el que volverá a haber elecciones parlamentarias).

¿Cuál es la ley que ha desatado la indignación?

Hablamos de una ley estadounidense, conocida como «Ley 447» («Act 447» en inglés), que habilita al Departamento de Estado (bajo el secretario Mike Pompeo) a «asesorar» a gobiernos de países como Polonia a restituir el valor de posesiones incautadas durante la era del Holocausto, incluyendo propiedades sin herederos y «avances» en la resolución de conflictos y peticiones entre los supervivientes y sus familiares.

Dentro del concepto de bienes equívocamente «incautados o transferidos» se contemplan varios conceptos, tales como confiscaciones, expropiaciones, nacionalizaciones, ventas forzadas o transferencias, así como ventas o transferencias ejecutadas bajo coacción durante la era del Holocausto o, incluso, el periodo bajo el cual, el país estuvo sometido al yugo del comunismo.

¿Sería legítimo que el Estado polaco aceptase esas peticiones de indemnización?

Durante la Segunda Guerra Mundial, Polonia fue víctima de dos procesos totalitarios de expansión geopolítica. La Alemania Nazi (o Tercer Reich) invadió toda Polonia (controlando también casi todo el territorio de la histórica región eslava de Galicia) mientras que, tras el fin de dicha guerra, en mayo de 1945, este país centroeuropeo se convirtió en un satélite de la Unión Soviética.

De hecho, cabe recordar que, el 23 de agosto de 1939, el régimen nazi, responsable de la construcción de los campos de exterminio, firmó un pacto de no agresión con la Unión Soviética (Ribbentrop-Molotov), en el que se acordó también la distribución del territorio polaco en dos mitades (grosso modo, la occidental para los nazis y la oriental para los soviéticos). 

Todo esto se hizo en contra de la voluntad de los polacos. Estos demostraron un envidiable coraje y una ejemplar resistencia frente a todas estas amenazas. Pruebas de ello son la Batalla de Westerplatte y el Levantamiento de Varsovia, así como la organización de movimientos de resistencia como el Ejército Nacional (Armia Krajowa en polaco), al que pertenecieron los llamados «soldados malditos».

Es más, los polacos se dedicaron a colaborar con los judíos, salvándolos del hostigamiento y las condenas a muerte de la Alemania Nazi. 1’2 millones participaron en estas labores mientras que, en 300 pueblos, todos sus vecinos judíos fueron salvados. Tampoco hay que olvidar el compromiso de San Maximiliano Kolbe, que dio refugio a 3500 polacos independientemente de sus creencias.

¿Habrá algún interés internacional subyacente?

Cabe recordar que hay todo un entramado de operaciones extranjeras -con participación de varios aliados de la progresía nacional o la tontuna útil– que busca socavar la independencia de Polonia así como su catolicidad sociológica. Organismos como las Naciones Unidas y la Unión Europea de Repúblicas Socialistas Soviéticas así como el peligroso George Soros son partícipes de esto.

Por otro lado, los Estados Unidos y el Estado de Israel tienen cierta costumbre de no respetar el principio de no agresión, incurriendo en injerencias sobre asuntos de países extranjeros que en absoluto les conciernan ni suponen una amenaza u otra clase de problema. Hablamos de la que viniera a ser la motivación clave de la llamada Act 447.

Una vez dicho todo esto, ya finalizando, se espera que el gobierno polaco no se rinda ante presiones internacionales que supongan un menoscabo de la autodeterminación de las diferentes unidades políticas polacas, con el dinero de los sufridos contribuyentes polacos (familias, empresas, trabajadores…).

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