Pamplona: Balance de 2 meses de alcaldía

Llegó presumiendo de ir en moto. Normal, bien sabe que no necesita escoltas ni medidas de seguridad.
Ya en el primer pleno, tras el reparto de concejalías entre los partidos que le apoyaron, lo primero que hicieron fue retirar el Crucifijo y desplazar las banderas Española y de Navarra del salón. A hechos consumados, con autoritarismo, sin debate ni consulta. Y eso que iba a ser el alcalde de todos.
El 5 de Julio falto al respeto a todos los pamploneses asegurando que él no sabía nada de un mástil nuevo en la fachada del Ayuntamiento y que preguntaran a los de mantenimiento, porque él no estaba en esas menudencias. ¿Nos toma por tontos?. Al día siguiente nos impuso en ese mástil una bandera de Euskadi en el chupinazo, de nuevo a hechos consumados, sin acuerdo, y trampeando la ley. Chupinazo que por cierto dijo que iban a tirar descendientes de la peña La Veleta por la indumentaria sanferminera, pero posteriormente para sorpresa de todos nos explicó que los eligió porque según él eran represaliados del franquismo. Para ello ni siquiera contó con La Saeta que es el nombre que tiene actualmente La Veleta produciendo su enfado por ningunearlos. Menudo homenaje. Nueva falta de respeto.
Rechazó la invitación de asistir a las Vísperas de San Fermín, realizada por el párroco como siempre al máximo mandatario de la ciudad, sin dar explicaciones. No se le invitaba como católico o ateo, que eso es tema suyo. Se le invitaba como alcalde, y de nuevo no supo estar a la altura. Eso sí, salió a lucir su nuevo frac a limpio chisterazo en la procesión de San Fermín, abandonando la iglesia ostentosamente al llegar. Nuevo desplante. Eso sí, pese a pertenecer a un partido que propone prohibir los toros al otro lado de la muga no tuvo reparos en presidir la corrida del día 7, y esa misma tarde se llevó la sorpresa de que durante la misma le abuchearon de forma estrepitosa. ¿Cómo podía ser?. ¿A él?. Pueblo ingrato que abuchea a su líder. Pero siguió en las suyas.
Asistió, según él como alcalde, de nuevo sin acuerdo, a un “homenaje a Germán” que por desgracia todos sabemos que es un acto fundamentalmente político. Suma y sigue. En la octava repitió la falta de educación hacia los organizadores, la parroquia que le invitaba, asistiendo de nuevo a dar chisterazos por la calle pero no al acto en sí. En la despedida de los gigantes fue adulado como “alkateak” por la Comparsa durante una exaltación desproporcionada del euskera, con gran pena para muchos pamploneses que no esperábamos esto de nuestros queridos gigantes y kilikis que siempre hasta ahora habían sabido mantenerse al margen de los vaivenes políticos. “¿Papá qué dice Barbas?”, preguntaban muchos mueticos, mientras familias enteras abandonaban la plaza con un regusto amargo.
Llegó el Pobre de mí y portando una ikurriña en el pecho, nos impuso una larga perorata en Euskera a una población como Pamplona en la que la inmensa mayoría de sus habitantes no lo entienden. El resultado de todo lo anterior fue la sonora pitada que se llevó en este último acto sanferminero. Se puso tan nervioso o enfadado que ni se quitó el pañuelo ni entonó el Pobre de mí. Pero tampoco aprendió y tomándonos de nuevo por tontos dijo que la pitada no era a él, sino que esta juventud alocada pitaba porque se acababan las fiestas.
Y aparte de todo esto ¿qué ha hecho en estos dos meses por Pamplona?. ¿Paralizar un ascensor en Mendillorri?. ¿Asistir a actos jatorras?. ¿Hacerse fotos con distintos colectivos afines?. ¿Y qué más?
Pero realmente tampoco podíamos esperar más de un miembro de Euskal Herría Bildu que siendo alcalde no ha querido condenar desde su cargo explícitamente los asesinatos de ETA a sus paisanos pamploneses y que aseguraba en abril, como historiador, en una entrevista en euskera que era daltónico para diferenciar la “ikurriña” y la bandera de Navarra. Lo que me disgusta no es solo lo que hace, sino el autoritarismo con que lo hace tomándonos tontos. Hay que saber estar alcalde.
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