OPINIÓN: La ETA y la «nueva izquierda» vasca

Con el escrutinio electoral prácticamente finalizado, pueden elaborarse análisis, conclusiones e interpretaciones sobre los resultados de las elecciones autonómicas al Parlamento Vasco que han tenido lugar este domingo, día 21 de abril.

La cámara parlamentaria sita en Vitoria tendrá un hemiciclo ocupado, por el siguiente orden, tanto en votos como en escaños: el PNV, la ETA política (EH Bildu), el PSOE, el PP, SUMAR y VOX. Las variaciones de escaños, con respecto a 2020, son, respectivamente, de -4, +6, +2, +1, +1 y 0.

VOX mantendría su escaño por Álava, donde se ha dado una pequeña bajada porcentual (que no de votos) a diferencia de la provincias de Vizcaya y Guipúzcoa (mientras que el PP ha subido un escaño). Por esta provincia también habría entrado el partido SUMAR, uno de los componentes de la coalición de gobierno de Pedro Sánchez.

El PNV seguiría en condiciones de decir que la provincia de Vizcaya (no solo el área metropolitana) es su principal bastión. Pero quizá, lo más interesante del análisis sería focalizar, más allá de los meros bailes de números, en un fenómeno que, desde hace un tiempo, parece seguir su curso: el auge electoral y sociológico del brazo político de ETA.

Bildu arrasa

Bien que VOX mantenga sus resultados, con ciertas mejoras en distintos puntos vascongados (destaquemos el «resistir» en Álava, el quedarse a poco de superar a PODEMOS en Bilbao, el tener más apoyo en la capital alavesa que en las otras dos, y el superar a VOX en Guecho, el municipio vasco más derechizado). Bien que la variación porcentual del PP alavés no se haya ido a otro lado.

Empero, el gran beneficiado de la noche (pese a la caída considerable de los jeltzales, en considerable desgaste electoral) no ha sido ningún partido «no independentista». No ha sido, ni más ni menos que Bildu, el brazo político de la ETA, el que ha experimentado la mayor subida.

En la mayor parte de municipios vascos (no solo de Guipúzcoa, sino también de Álava, donde históricamente el PP y otras opciones no independentistas daban otras entonaciones al mapa electoral), los proetarras han sido los más votados (incluso en la urbe gasteiztarra).

La margen izquierda vizcaína, que era un tradicional foco de «voto obrero socialista tradicional» (impulsado por los flujos migratorios de otras regiones españolas, en la pasada década), no solo es que no se haya derechizado (al contrario de lo que ocurre en Andalucía o, a efectos de gap electoral, en el sur madrileño), sino que también ha dejado bastante paso a los abertzales.

La fortaleza de la ETA política ya no es, a día de hoy, algo exclusivo de los «núcleos urbanos de culto etarra», al más puro estilo de Mondragón o de Hernani. Es un fenómeno mucho más propagado, debido al blanqueamiento mediático, los criterios políticos del PSOE, la cobardía de otros y el agarre del PNV slas farolas socialdemócratas y relativistas.

La ETA política es un partido que también es socio del gobierno de España. La legislatura y la gobernabilidad, en manos de la dictadura posmoderna sanchista, tienen una cuota que está marcada por Arnaldo Otegui. Una cuota que blanquean con la excusa de los subsidios, las regulaciones de vivienda, las leyes de género y otras políticas sociales.

Aunque ante ciertas declaraciones en campaña del títere teleco de Otegui se hayan tenido que lavar las manos, el PSOE ha hecho lo imposible para normalizar las reuniones con el partido proetarra así como ciertos colegueos. Cuando la derecha ha criticado la alegría de Txapote, figuras como Patxi López han respondido con considerable enfurecimiento.

Así pues, quien ha querido, ha creído tener fácil naturalizar para sí mismo la existencia de este agente político. Eso sí, se da otro patrón: su electorado es mucho más juvenil (aunque no estrictamente urbanita), lo que viene a ser, en otras palabras, que los más jóvenes tienen más confianza en ellos.

Esto puede tener, en cierto modo, una fácil interpretación, por cuanto y en tanto los más jóvenes han vivido menos los llamados «años del plomo», aparte de haber sido más afectados por el conglomerado de adoctrinamiento en base al nacionalismo vasco y otras aberraciones socialistas, relativistas y colectivistas.

Muchos jóvenes desconocen qué es la ETA o cuán atroz fue. Eso sí, podría intentarse vincular esto a otra clase de fenómeno: el declive espiritual. En su momento, junto a Navarra, provincias como Vizcaya y Guipúzcoa fueron clave en la confrontación con la implantación de la Revolución Francesa en España y tuvieron una considerable presencia carlista.

Empero, actualmente, los vascos no solo es que no estén cómodos invocando al Dios, Patria y Fueros, sino que son mucho más ateos que el resto de los españoles. De hecho, es muy difícil encontrar iglesias llenas en la metrópoli vasca (basta con limitarse al domingo, día de precepto). Y sí, la sociología vasca tira bastante a la izquierda, junto a la catalana.

La cosa es que, de todos modos, no pocos han visto en la ETA política una «nueva brisa política» que se centre en hablar de la intervención del mercado inmobiliario, el avance en políticas ecologistas y sostenibleslas cuotas de género, las paguitas para no trabajar y la idealización del «mundillo multikulti«.

Es la misma falsa ilusión que, por ejemplo, en Galicia, ha suscitado el BNG. Lo mismo puede decirse de Irlanda en relación al Sinn Fein, un brazo político izquierdista del IRA. Una nueva izquierda que, al compás de las fases cuarta y quinta de la Revolución, se adapta a las esencias del territorio.

Sabido es también que odian la Hispanidad Católica. Por ello necesitan recurrir al «identitarismo nacionalista» (que no deja de ser un producto decimonónico) para destruir esa idea, aparte de soñar con nuevos Estados-nación que no solo tengan falacias conceptuales sino que sean expansionistas, centralistas y mucho más socialistas que la actual España.

También son aliados del islamismo, por lo que representa en la batalla antioccidental. Por ello no dudan en apoyar a Hamas frente al Estado de Israel así como tampoco en dejar que el nicho migratorio subsidiado ponga en jaque la identidad vasca y haga sufrir a las clases trabajadoras que no viven en Neguri, Abando y La Concha (nos referimos a la inseguridad y delincuencia vinculadas a la multiculturalidad jovenlandesa).

Ante ello puede que alguien nos pare y nos diga que no tienen aún todas las papeletas para gobernar. Y vale, si bien es cierto que el PSOE es una caja de sorpresas sin escrúpulos, puede que, al no haber dejado el PNV de ser el más votado, hagan una pirueta de aritmética parlamentaria para no desgastar tanto su imagen, en apariencia al público.

Pero la tendencia se confirmó: la ETA política no deja de ascender. Ya no matan, pero intimidan, ejercen matonismo y promueven la satánica corrupción política, moral y espiritual de la sociedad. De hecho, salvo que alguien lo contrarreste, seguirán siendo una nueva opción natural para la izquierda.

Ergo, conviene ser consciente sobre la tendencia, pensando en el largo plazo. Ante ello, la clave es seguir perseverando en una batalla cultural y espiritual en todos los ámbitos: las redes sociales, la calle, los centros cívicos, las escuelas, los medios de comunicación, las universidades, las empresas… No hay que tener miedo a defender la Verdad frente a las leyes relativistas y endemoniadas. Pensemos en lo de «mi reino no es de este mundo»…

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