OPINIÓN: El serio aviso de Pedro Sánchez

Tras unos cinco días en ascuas, barajando distintos escenarios de probabilidad (sin renunciar en absoluto a la esperanza correspondiente), el parón reflexivo anunciado por carta (por amor conyugal, por necesidad psicológica, por protección familiar) ha concluido con un mensaje de resistencia resiliente.

Esta mañana, tras una enrevesada y aburrida victimización (bajo la tentativa de la autocomplacencia auditiva), el presidente y posmoderno dictador ha anunciado su deseo de continuar en el poder, sin modificación alguna en el tablero. Pedro Sánchez, esposo de Begoña, se niega rotundamente a dimitir.

Esto puede corroborar que, detrás de la carta, pese a la imagen dada ante la prensa internacional, solo había una necesidad de erigirse como un mártir de la «ultraderecha», alentando así tanto una agitación callejera con mentalidad de 1936 como las reivindicaciones, por medio de los correspondientes voceros, para avanzar en la usurpación institucional.

De hecho, lo que ya vino con el preludio de medios afines (RTVE y La Sexta) sobre la necesidad de controlar los medios de comunicación que pudieran faltar a la «verdad» así como la urgencia de controlar aquellos reductos del poder judicial ajenos a los intereses del PSOE ha sido sintetizado, a día de hoy, con los eufemismos de «regeneración democrática» y de «limpieza».

La excusa, justificada entre lagrimones artificiales, responde a que hay que poner freno al «acoso» de ciertos fenómenos contra las familias y las instituciones (al ser «ataques indiscriminados» y una supuesta ruptura con «el modelo de sociedad que querríamos», incluso «algo que no debe de dirigir el debate político»).

Pero no hace falta tener mucha inteligencia política para no caer en esas trampas dialécticas. Se avecina una etapa muy preocupante, cuyo precedente ya lo sentaron, entre otros, aquellos regímenes hispanoamericanos del Grupo de la Puebla que tan contentos están con Pedro Sánchez y tan buena amistad hicieron con Pablo Iglesias.

Recuerden que, en noviembre, se gaseaba y apaleaba a manifestantes pacíficos en el barrio madrileño de Argüelles (incluso a algún viandante que no tenía nada que ver con las correspondientes protestas), y aparte de no querer que las protestas de Ferraz acabasen muy de noche, aparte de identificarse a algunos asistentes porque sí (igual con lo del rosario).

Con lo cual, del mismo modo que se intentaba intimidar a los manifestantes, tergiversando la realidad informativa y desactivando así cualquier clase de reacción cívica, han ido viniendo ciertos avisos y toques de atención a ciertos «medios de comunicación».

Se está yendo más allá de adaptar las televisiones estatales al discurso del gobierno y hacer un uso selecto de las licencias de radio. En las salas de prensa parlamentarias, hay orden de silenciar y no contestar a algunos periodistas conservadores con alta repercusión en redes y buena capacidad de crítica y fiscalización del gobierno.

Ya uno se reserva el derecho a dictar quién es periodista y quién no, en función de su capacidad de agrado del gobierno. Con lo cual, vista la resiliencia en no dar marcha atrás, quién sabe qué puede esperarle a los distintos medios de comunicación así como a ciertas personas que emitimos nuestra libre opinión en columnas y redes sociales.

No se sabe, con exactitud, qué ocurrirá. Pero hemos de mantenernos en alerta ante lo que pueda ocurrir, pues si no nos mantenemos en los actuales grados de libertad, no será para avanzar, sino para retroceder, de modo que nos sintamos mucho más condicionados.

Conviene advertir sin miedo de los peligros que entraña esta servidumbre que cada vez es menos silenciosa. Hay que sacudir conciencia social sobre los obstáculos que se vienen, aunque no se trate, de momento, ni a corto plazo, de arrestos inminentes de personas meramente críticas.

Las libertades concretas y la sociedad abierta se sienten, cada vez, más amenazadas. Hay que formar también, para abstraer mejor lo que está pasando. Eso sí, ni la oposición política ni la que compete a la soberanía social deben de estar imbuidas por la pusilanimidad.

Hay que aprovechar no solo la calle para protestar y divulgar lo que corresponda, sino aprovechar la ausencia de barreras geográficas y normativas que, pese a los desafíos, promueve la red de redes. Hay cauces para advertir y para seguir defendiendo lo que corresponda.

La cuestión, dicho esto, es que Pedro Sánchez no es para nada un dictador disfrazado. Es un dictador posmoderno que cada vez es más incisivo en sus métodos, aparte de tener socios de gobierno que odian la libertad así como unos apoyos internacionales que reniegan de Occidente, tales como Soros y Hamas.

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CLAVES EN OPINIÓN

Un comentario

  1. El autoritarismo se introduce en este siglo en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas que se imponen repitiéndolas miles de veces y que son adoptadas de forma mecánica e inconsciente por los ciudadanos, especialmente entre los adeptos y en los menos informados, por eso es esencial controlar los medios de comunicación, comprar periodistas y extorsionar a los medios críticos. A la oposición (VOX) hay que difamarla, desorientar a sus seguidores, mostrarla como el “chivo expiatorio” de todos los males que aquejan al Estado. La semántica se manipula en contra del centro derecha (PP), el único partido que salvará al pueblo es el PSOE, es decir Pedro Sánchez que es la voz del pueblo.

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