Por iniciativa de Bildu, el cuatripartito quiere cambiar el Amejoramiento, el estatuto navarro. El modo de funcionar de los partidos nacionalistas vascos y catalanes a propósito de las competencias autonómicas y de los estatutos parece copiado del modus operandi de la propaganda consumista, y donde el nacionalismo tiene poder, los votantes se ven sometidos a procesos mentales similares a los que sufren los consumidores. Así, el consumismo nos empuja a que queramos de manera continuada bienes y más bienes: unas zapatillas de marca, una prenda de vestir de moda, una joya, un perro, un apartamento en la playa si ya tenemos piso … Se trata de que queramos siempre más de lo que tenemos; y en el fondo quizás de que nadie tenga más que nosotros. Análogamente los partidos nacionalistas empujan a los votantes a querer siempre más competencias autonómicas que las que tienen, y sobre todo a tener más que los demás. El lema del buen nacionalista es el mismo que el del buen consumidor: siempre más. Además, la propaganda consumista nos lleva a estar periódicamente insatisfechos con lo que tenemos y a cambiarlo por algo nuevo: los muebles del cuarto de estar, la bici, el reloj, el coche, el teléfono móvil, las gafas de sol … Análogamente, los partidos nacionalistas proponen periódicamente a los suyos cambiar el estatuto de autonomía por otro nuevo. Ciertamente, sus militantes y votantes habían quedado satisfechos en su momento con el producto conseguido –el estatuto-, lo mismo que el consumidor quedó contento con su mobiliario, su coche, sus gafas, o su móvil, pero eso no importa. Los líderes nacionalistas crean en su público insatisfacción y nuevas necesidades, y a su debido tiempo la dócil parroquia nacionalista estará insatisfecha y no querrá ya el estatuto que quiso, sino otro nuevo. Y vuelta a empezar. Y en tercer lugar, con frecuencia la propaganda consumista pone ante nuestros ojos el espejismo de un paraíso en el que nos sentiremos libres, plenos, felices, para que vayamos corriendo hacia él: unas vacaciones en una playa paradisíaca, un viaje de bodas maravilloso, un fin de semana de ensueño … También los partidos nacionalistas proponen a sus votantes y afiliados su particular paraíso en el que podrán ser libres y felices: la Euskadi o la Cataluña independientes. Cada competencia autonómica nueva o cada nuevo estatuto de autonomía vienen a ser un acercamiento a la tierra prometida que mana leche y miel. El dócil consumidor y el dócil nacionalista se dejan conducir por estos caminos paralelos. En Navarra, estos falsos imitadores de Moisés ya están proponiéndonos cambiar el Amejoramiento para, en última instancia, llevarnos a su paraíso: la integración de Navarra en Euskadi y el Estado vasco independiente. ¿Seremos dóciles?.
Cabría esperar que los partidos y votantes de izquierdas fueran críticos con esta praxis nacionalista. Primero porque habría que suponerlos críticos con el juego consumista, y por analogía con el idéntico juego nacionalista de creación de insatisfacción permanente y aspiración a tener más etc.. Segundo, porque deberían haber aprendido de su propia historia, ya que también ellos soñaron con su paraíso (la sociedad comunista sin clases y sin Estado), y tratando de llegar a él hicieron un recorrido espeluznante: el leninismo, el estalinismo … y debieran estar vacunados contra los paraísos (también debieran estarlo los nacionalistas vascos, pues espantoso ha sido el recorrido etarra del nacionalismo vasco hacia su paraíso). Y tercero porque en teoría la izquierda piensa o pensaba en la igualdad y en lo general. Según eso, en este caso debieran generalizar y pensar qué ocurriría si todos, los leoneses, los murcianos, los riojanos, los andaluces etc., jugásemos igualmente al juego de la insatisfacción permanente y todos exigiéramos periódicamente más competencias y nuevos estatutos. España sería un país de locos. Se darían cuenta entonces de que la locura está instalada en Cataluña y en Euskadi y de que los abertzales quieren instalarla en Navarra, y se opondrían. El hecho de que Izquierda Unida se apunte al juego nacionalista la descalifica. De Podemos no cabe esperar que piense o vea algo; sólo que siga a Bildu como al primo de Zumosol. Entre otras cosas, así se nota menos la falta de ideas y de preparación.