El día 9 de enero de 2010 se celebra la toma de posesión de Monseñor Munilla como nuevo Obispo de San Sebastián, en sustitución del anterior Prelado, Monseñor Uriarte.
Hace unas semanas pudimos leer, la verdad que, por lo menos por mi parte, con bastante sorpresa, la noticia sobre el manifiesto firmado por un grupo de párrocos guipuzcoanos que se proclamaban públicamente como contrarios a dicho nombramiento.
Supone una insensatez que se “crucifique” a alguien que todavía ni siquiera ha tomado posesión de su puesto, y esto no es más que una prueba más de que el nacionalismo vasco pretende la infectación política de todos los ámbitos de la realidad vasca, el social, el cultural, el deportivo y hasta el religioso.
El pan-nacionalismo vasco todo lo quiere patrimonializar y controlar. Su comportamiento es idéntico al de aquellos tiempos en los que había influencias políticas y de otra índole en los nombramientos de obispos. Ya va siendo hora de que algunos, que llevan casi 30 años queriéndolo controlar todo en el País Vasco, asuman la independencia y libertad de otras instituciones sociales para nombrar a sus propios representantes.
La sociedad vasca, la navarra y la española en general, está harta de políticos “metetes” e intervencionistas, de nacionalistas irrepetuosos. Muchos fieles católicos estamos hartos también de curas vascos que son mucho antes políticos que curas.
Sin embargo, lamentablemente, esta cuestión no les sorprende a nuestros compañeros del PP del País Vasco, que han visto cómo durante años muchos curas nacionalistas vascos se han negado a oficiar funerales por víctimas del terrorismo en el País Vasco.
Monseñor Munilla tiene una más que difícil tarea como nuevo Prelado guipuzcoano, pero a la vez tiene el reto ilusionante de “oxigenar” y dar frescura a una Diócesis, en su mayoría “carcomida” por un nacionalismo aldeano y trasnochado, que sólo provoca el atraso y el ensimismamiento de la misma.