“La conquista del poder cultural es previa a la del poder político”.
Antonio Gramsci, intelectual comunista italiano.
La Ilustración subvirtió las raíces de la cultura cristiana europea, y ese vacío religioso y cultural, lo ocuparon las nuevas utopías que pretendían construir un cielo en la tierra. Hoy conocemos bien sus sucesivas materializaciones históricas. En los años 60 del XX, se ridiculizó los valores occidentales: acusados de cometer toda clase de genocidios contra el resto de civilizaciones; de haber sojuzgado a sectores enteros de la población (mujeres, minorías étnicas, homosexuales). Buscaron que una parte de la población se desmarcase de los valores occidentales. Desde el marxismo desacreditaron la tradición judeocristiana, presentándola como una imposición de la autoridad, de la familia, de la jerarquía, la moralidad, del patriotismo. En esos años, Marcuse lanzó su ¡Haz el amor y no la guerra! para desactivar la posición de los americanos, en Vietnam. Llegaron a criticar a los que crecían en familias normales, presentándolos como potenciales alevines de futuros fascistas. En los últimos años de desarrollismo, parte de la derecha sociológica qué solo piensa en el dinero, dejó la cultura en manos de la izquierda, apartándose de la defensa de la propiedad, la religión y la familia. Les llamaron “modernos”, se quitaron así sus “complejos ancestrales”.
No existe ningún régimen histórico, que aguante bien la comparación, con un ideal abstracto de igualdad o libertad, toda obra humana tiene en su materialización claro oscuros. Muchos ciudadanos europeos mantienen una confrontación con la fe de su infancia, y algunos la extienden al resto de la cultura de sus padres. Hace ya mucho tiempo que la Europa política abandono una óptica trascendente, para analizar los problemas de la sociedad, muchos lo consideran un signo de madurez. No dicen, que hoy, estamos sometidos a una ideología moderna, cuyo único patrón -su nuevo dios, al que pretenden que todos rindamos pleitesía-, es la versión más ramplona y keynesiana del mercado, con él todo lo justifican, como si fuese un nuevo deus ex machina, pero que no nos explica todo lo que nos ocurre
El Mercado libre es la solución menos mala a los males que nos aquejan, hasta en Cuba están iniciando un masivo proceso de despido de funcionarios (25%). Se han cerrado miles de empresas, se seguirán cerrando más -tenemos 4,5 millones de parados-. Pero no es difícil justificar que debamos apoyar ¡Si o si! a todo el sistema financiero, nos dicen que si no, no funciona el resto. Pero porqué salvar sus malas prácticas e incluso los actos delictivos, de unos pocos. Los gobiernos occidentales por su keynesianismo intervencionista, siguen empeñados en que vivamos por encima de nuestras posibilidades y realidad actual, de ahí que necesiten salvar a los financieros para que sigan financiando sus déficit = deudas país. El resultado es un panorama desolador: estamos sobre endeudados, con falta de competitividad, y sin crédito bancario, para el resto de actividades.
Las soluciones propuestas, pasan por socializar las pérdidas de los poderosos. La deuda pública es en última instancia deuda privada, ya que habrá que pagarla de una manera u otra. Deben decirnos la verdad, la banca española está repleta de deudas incobrables, desde que lo dijo el profesor Nouriel Roubini de la Universidad de New York, lo saben en todo el mundo. El mercado libre funciona bajo la premisa de ¡el que la hace la paga! No pasa nada si hay que cerrar los bancos quebrados, y que vayan a la cárcel los desalmados, así la ciudadanía se reconciliaría con el sistema. No debería ser tan difícil, en las actuales condiciones, convencer a los ciudadanos de que se puede vivir con menos prestaciones del estado, así al tener menos gastos, necesitaríamos pagar menos impuestos.
Necesitamos reformas estructurales: las autonomías deberán reducirse hasta un 30%. La izquierda como la derecha agrandaron la administración hasta unos límites casi orwelianos, hoy es una pesada carga para los sufridos contribuyentes. Muchas cuestiones por no ser políticamente correctas, siguen sin abordarse: el fomento de la natalidad, con políticas efectivas de protección a la familia; un mix energético sostenible, donde no es lógico que el 53% del coste de la luz vaya a temas de moratorias, impuestos, renovables, etc, ningún ecologista explicó que el No Nuclear, encarecería la electricidad; la reforma laboral, deben desaparecer los convenios generales, así como las subvenciones a sindicatos y patronales; recobrar la moralidad, abandonando tanto el relativismo como el hedonismo; la lucha contra la droga, que tantos estragos hace entre la juventud hedonista.
La cultura laica post cristiana, es un arma muy débil, al valorar sólo la vida presente, por no creer en la vida después de la muerte. Está incapacitada en gran medida para enfrentarse a riesgos importantes, como el colapso demográfico que se nos avecina, o a la numerosa y creciente inmigración musulmana. Será difícil que mantengamos nuestra actual manera de vivir, y en ese escenario, el relativismo-hedonismo muestra gran debilidad para luchar por la supervivencia. Muchos han abandonado en parte, la enorme tradición europea de lucha por las señas de identidad, por sus valores, hoy muchos no quieran luchar por el futuro, porque están interesados tan sólo en los placeres del presente. Apuestan por la meta corta, frente a la meta a medio y largo plazo, pasando incluso del futuro que les espera a sus hijos. Si se llegase a una confrontación con los valores del Islam, no es imaginable que ante la pujante cultura musulmana sean los valores laicos de los hedonistas, los que nos saquen las castañas del fuego.
Desde el temario de la enseñanza, adoctrinan a los jóvenes con sus tópicos: exageran los riesgos del medio ambiente, apuestan por una tolerancia sin límites, por un pacifismo sin condiciones, por el multiculturalismo y el relativismo ético. Para ellos lo cool, es el desarrollo sostenible, el equilibrio norte-sur, la educación pública, los nuevos tipos de familias, pretenden que sean estas ideas dominantes -culturalmente correctas-. Muchas veces -aún en contra de la mayoritaria de la ciudadanía- pueden presumir de incorporar medidas en las leyes positivas, en favor de: la homosexualidad, la infidelidad, el aborto, la promiscuidad exacerbada y en general cualquier conducta contraria a la familia normal. Así observamos como desde ciertos parlamentos autonómicos van `colando´ muchas estas propuestas `progresistas´, extendiéndolas más tarde a los demás, o desde la Madre Patria a los países hermanos americanos.
Para cambiar las conciencias, utilizan una lluvia fina, dibujando de la manera más guay, un feminismo sesgado, injustas medidas de discriminación positiva, no importándoles retorcer el lenguaje, dando un apoyo desmedido a los postulados gays, remando así a favor de su soñada ingeniería social, no hay más que ver los programas testimonios, tertulias y tele series. Eso sí, se guardan en ocultar las graves consecuencias de dolor e infelicidad, que acompañan la implementación de sus propuestas.
Muchos seguimos apostando por el Dios de nuestros padres, por el Jesús de toda la vida, que nos anima a hacer las cosas que importan al fondo de alma, satisfaciendo así las verdaderas necesidades del ser, frente a las del tener. Nos ayuda a encarar mejor el futuro incierto. Atacan a los cristianos por que criticamos sus medidas, y quieren recluirnos en las iglesias, para tener el campo más libre, sin que nadie argumente en contra. Cuando los argumentos desde la tradición y la libertad les son difíciles de refutar, estos sectores contra culturales optan por desacreditar al oponente en lo personal, intentan ridiculizarle y si continua pertinaz en sus posiciones -lo presentan como un ultra- y le llaman fascista ¡con un par!
Intentan disolver los ideales, que apoyados en el orden natural, conforman los valores occidentales de las sociedades libres (familia, propiedad privada, moral tradicional, libre comercio). Para ello no les ha importado abandonar -un elemento crucial que tiene todo hombre para avanzar- la razón, puesto que si nada es bueno ni malo, moral o inmoral, si todo es relativo, necesitan presentar como autoritario al que mantiene posturas firmes. Abandonando toda referencia a la trascendencia, al esfuerzo, al mérito, a las metas a largo plazo, justifican su irracional relativismo. Hacen parecer sensata, la vituperada fe del carbonero.
Desconocen o no les preocupa conocer, los costes o la viabilidad de los servicios que demandan o disfrutan, han delegado todo el poder en una casta política, preocupada sobre todo por su supervivencia. Tienen gran fe en el estado del bienestar -hoy en bancarrota-, lo han convertido en un sustituto de Dios, al que han confiado su hacienda y su futuro.
Todo este desfonde intelectual y moral, está permitiendo que en Europa -la zona más próspera y libre del mundo- florezcan en muchos sectores la irracionalidad y multitud de ideas peregrinas o mágicas. Muchos no olvidamos que las herramientas que necesitamos los hombres para avanzar en este complejo mundo, siguen siendo la razón, la moral, la voluntad acompañada de la inteligencia para distinguir lo que son verdaderos avances de lo que tan sólo son nuevas esclavitudes, eso sí, políticamente correctas.
4 respuestas
Me parece una opinión muy acertada sobre los males que nos aquejan. Enhorabuena a Ricardo Guelbenzu, a quien no tengo el gusto de conocer.
Pues don Ricardo, curiosamente estoy de acuerdo casi totalmente con sus párrafos 2 a 5º incluso buena parte del 6º.
Permitame discrepar de Ud. en los párrafos finales.
– El unico «orden natural» que creo que es indiscutible es la ley de la selva. El orden humano es todo menos natural. Es una construcción cultural (la ética, el derecho) que nos permite superar la ley del más fuerte y mirar todo desde otro plano distinto.
– ¿Qué tendrá que ver creer en el dios de Abraham, en Jesús con el equilibrio medioambiental, el agotamiento de los recursos naturales, el equilibrio biológico o el estatus de los homosexuales? Yo es que no lo veo. ¿O sea que si ud apuesta por un equlibrio norte-sur, por ejemplo, no es cristiano? ¡Habrá que decírselo a nuestros misioneros, que seguro que quieren esos cambios..!
– Le ruego que reflexione Ud sobre cómo es posible que diga Ud. simultáneamente que «La Ilustración subvirtió las raíces de la cultura cristiana europea,» y que «Europa es la zona más próspera y libre del mundo».
Hombre, ¿algo tendrá que ver la ilustración, la ciencia, la filosofía y la política desplegada en Europa desde fines del XVIII en la conformación del continente con la prosperidad y la libertad que Ud reconoce como señera. ¿o no ayudó? ¿ni un poquito?
Estoy con Ud. en lo que dice del ataque «ad hóminem» que muchas veces nos dedican aquellos que no pueden, o no quieren discutir racionalmente. A Ud de llaman fascista y a otros nos «echan» de la Iglesia, o nos llaman «luteranos».. Se hace desde la izquierda y desde la derecha. Actúan por miedo, y motejando ya se creen en regla. ¡pobres!
Estado sin valores mejor que ni exista. Y en la arcadia feliz no se precisa Estado porque todas las personas tienen y respetan los valores.
La ausencia de valores, o los antivalores, no nacen en las escuelas. Enraizan en la familia. Progenitores que comienzan por no exigirles nada, nada les niegan y, por contra, exigen que el sistema educativo les mime y encapriche como ellos también lo hacen. Si todos los padres exigiéramos un sistema educativo en valores, nos lo darían. Pero la mayoría prefiere la «arresponsabilidad». Que la asuma el Estado. Pero los valores los tienen las personas y no las instituciones. En la fábula el rey decide beber del pozo de la locura.
Un poco de autocrítica: para lo bueno o para lo malo, somos la herencia de una sociedad ultracatólica ¿qué falló? pues que lo era sólo de fachada. Importó la cantidad y no la calidad. Católicos de masas en lugar de católicos convencidos.
En fin, esa responsabilidad que exigimos a otros ¿estamos seguros de tenerla asumida? ¿votas a quien demuestra responsabilidad o a quien puede ganar? ¿ves telebasura, porque la ven todos, o decides no seguir alimentando esos antivalores a pesar de marginarte? Venga, que está mucho más en nuestra mano de lo que creemos.
Un artículo interesantísimo que sin duda merece una lectura reposada. O dos, para sacarle todo el jugo.
No es pequeña su crítica a nuestra sociedad, acertando de lleno en su línea de flotación: la de la inconsciencia de no saber de dónde vienen las cosas ni de a quién tenemos que agradecer lo que hoy somos. Se podrá discutir la necesidad o no de la religión como vela de mayor potencia o como ancla más segura, pero de lo que no cabe duda es de que hace falta remar y que, ya puestos,será mejor hacerlo en la misma dirección y con el mismo sentido.
Muchas gracias, Ricardo.