Los españoles estamos, en estos momentos, en la recta final de una campaña electoral en la que se supone que, en cierta medida, se debería de conseguir frenar el avance veloz de la Revolución, del socialismo en su sentido más amplio, del intervencionismo político y económico.
Verdades y mentiras, contradicciones y consistencias, halos de luz y absurdeces totales, buenas intenciones y malas intenciones, medidas sensatas y procederes cobardes, ganas de amedrentar o pasotismos absolutos… De todo hay, en los distintos planos, ya sean en formato de acto público, de tertulia, de debate o de análisis político.
Se ha hablado sobre economía, sobre pactos postelectorales, sobre organización política y sobre cuestiones más sociales. Pero el objeto de este artículo no es el minucioso análisis de una compilación de discursos electorales o de programas presentados por los partidos políticos.
Más bien, se busca trascender lo más coyuntural, lo más circunstancial, lo que puede estar más en el foco por dar donde duele más allá de las ideologías… Búsquese, siendo más concretos, hacer un modesto llamado a la reflexión sobre la importancia de la propiedad, del derecho a la misma, entendida como concepto.
Lo digo porque la persona, en promedio, en cierta medida, solo tiende a abstraer como propiedad aquellos entornos físicos, de enmarcación geográfica, en los que desarrolla buena parte de su quehacer cotidiano, habitacional y/o vacacional (conceptos de residencia o de parcelas de finca campestre, montañosa o costera).
La propiedad empieza por el cerebro
El ser humano, que no está desprovisto de razón, opera en base a todo lo que, de una manera no automática ni animalísticamente instinta, procesan sus neuronas celebrales para con su sistema nervioso. Otra cosa es que sea consciente o no, que reaccione por instinto o con reflejos y otras cosas así.
Se supone que el individuo piensa sobre aquello que quiere hacer (por ejemplo, buscar el mejor sitio donde comer, pensar en lo más adecuado para matar el hambre, elegir la decoración de su habitación, idear un recorrido turístico, elegir sus relaciones personales o hacer una compra o inversión en algo, inter alia).
A su vez, «por defecto», se piensa en un individuo capaz de pensar y que, por naturaleza, ha de estar ausente de coacción externa en su devenir (esto no tiene nada que ver con los obstáculos físicos, económicos y ambientales, que por ser parte del curso natural, no pueden advertirse como coactivos en el sentido más criticable).
Con lo cual, se entiende que la mente del individuo es lo primero que ha de poder gestionarse con libertad negativa y natural, sin seguir las premisas de un tercero ni aplicar la restricción de un autómata o de un sistema experto que responda a la idea del transhumanismo.
Cualquier ejercicio de libertad (por ejemplo, el pensamiento, la expresión, la meditación y la decisión de acción, estudio o esfuerzo económico) solo puede venir de lo que el individuo haya podido pensar sin sentirse coaccionado por un tercero.
La propiedad como herramienta y terreno de desenvoltura
Dado que la economía natural se basa en intercambios voluntarios que pueden estar sujetos o no a un tipo de cambio, se puede considerar que cuanto menos se interfiera en el bolsillo de uno, menos obstáculos se le imponen a la hora de ahorrar, invertir o gastar.
Cuando uno puede ahorrar, se entiende que es posible que el individuo tenga una capacidad mayor de pronóstico y preparación ante circunstancias futuras, tales como la respuesta a una circunstancia sobrevenida, una oportunidad cualesquiera o la ocasión para emprender en proyectos familiares, sociales o empresariales con más desahogo.
Cuando uno es capaz de invertir, tiene mayor capacidad para participar en los mecanismos económicos especuladores que ayudan a fijar los precios espontánea y ordenadamente, facilitando el buen curso del valor subjetivo, se supone que puede tener mayor libertad de expresión (democracia económica misesiana) y número de oportunidades de rentabilidad.
Cuando uno tiene facilidades para gastar prudentemente, está haciendo algo a lo que tiene pleno y legítimo derecho. Puestos a ser más concretos, en base a lo que se merece por su esfuerzo y sus razones, puede disfrutar o beneficiarse de aquello que el mercado le provee, para con sus satisfacciones y sus necesidades.
Mientras, cuando uno tiene un espacio en su propiedad, ya sea en soledad o en familia, entiéndase que tiene un entorno de desenvoltura mayor, una especie de resguardo donde puede llevar a cabo sus proyectos sin depender de terceros, sin estar condicionado.
Les molesta que seas libre
Todo lo que enunciamos anteriormente es constante y progresivamente atacado (aunque en medidas diferentes) por quienes, de una u otra forma, incurren en el proceso socialista y revolucionario. Admiran planificarte y que seas un esclavo-rehén.
Con lo cual, si la propiedad es la clave para la libertad, mantente en alerta cuando te complican, por ejemplo, poder recuperar tu vivienda, poder tener un salario neto más alto, vivir seguro, poder educar a tus hijos libremente, liberarte de las cadenas de la banca central (oportunidades del blockchain) o tener menos escollos artificiales a la hora de comprar una vivienda.