La crisis nos tiene preocupados. No encontramos formulas validas para salir de esta crisis. Los gobiernos predican unas cosas y luego hacen las contrarias. Yo, personalmente creo que esta crisis – más bien, depresión- nos viene como consecuencia clara de algunas de nuestras actuaciones y que son inherentes a la especie humana.

La formula para salir de esta llamada crisis, seguramente, no es otra que la de imitar a nuestros ancestros en sus meritorios esfuerzos y actuaciones. Dice una voz popular que quien se avergüenza de sus mayores no es de fiar. Una cosa es el avergonzarse de que en España haya habido una dictadura, durante cuarenta años, y otra muy distinta el enorgullecerse de una generación –la de la posguerra (vencedores y más meritorios, si cave, los vencidos)- que situaron nuestro país desde un caos y ruina total, a la novena potencia mundial. “Como las leyendas nos enseñan, los mayores son los trasmisores de las tradiciones, los guardianes de los valores ancestrales, el eslabón que une generaciones. No existe mejor prueba de la civilización de un pueblo que su capacidad para aceptar con dignidad una actitud generosa, de respeto y de apoyo hacia las personas mayores”*

“Estamos en una época de crisis” le dijo un pitecántropo a otro al ver morir al ultimo mamut. Imagen irreal pero llena de contenido. Toda la historia de la humanidad es de hecho una crisis escalonada y evolutiva. La crisis es existir, y la crisis alentó a la supervivencia, obligo al hombre a buscar sus causas y superarlas, de la lucha obtuvo los beneficios de su cultura, ya que superar es sinónimo de pensar, inventar, modificar y esta trilogía resume acertadamente la personalidad humana.

Así pues, nuestra especie nunca encontró la estabilidad, por que esta, además de contranatural, es en si misma la peor de las crisis, significa extinción.

También entran en crisis, cíclicas, ciertas castas e individuos perpetuados en sus puestos obstruccionistas. Es la crisis de los nefastos, de los inútiles, inmovilistas y de los que viven del cuento; aprovechando los recursos extraídos, gratuitamente, del trabajo sacrificado de sus congéneres.

Pero hay una crisis más profunda que la actual – esta es la de las especulaciones bancarias y la del pelotazo- y que se viene fraguando desde el siglo XIX ¿Qué siente el hombre de la calle que representa la ciencia en su vida? El hombre siente que la ciencia lo rodea y exprime, y considera, muy en el fondo de su conciencia, que sus coches, ordenadores, teléfonos móviles, PDA, vitrocerámica, pantallas, aviones, micro hondas, etc. no compensan su pesimismo ni su falta de objetivos y se siente presa de una crisis acelerada.
Las diferencias vivenciales y de estructuras sociales con el mundo de nuestros bisabuelos y sus propios abuelos pueden considerarse –ahora- como mínimas, pues compartieron una cultura similar, donde los cambios se experimentaban con la suficiente lentitud como para que la acoplacion se efectuara sin traumas. Había un dialogo generacional que atenuaba, en su trasfondo social, a la evolución, al permitir a los individuos el perpetuarse en sus costumbres casi intactas, había pues un equilibrio. Pero este falso equilibrio escondía una fuerte represión ante cualquier avance. Así, cuando la ciencia se disparo, se paso rápidamente del analfabetismo a un tractor con siete marchas: ¡Crisis!

Y así llegamos a la problemática generacional de hoy, donde las diferencias entre un padre y un hijo son abismales. En el trasfondo de todo ello el hombre sufre las otras consecuencias de la ciencia:

*Luís Rojas Marcos Sevillano de origen preside, en la actualidad, el sistema hospitalario de Nueva York. En su libro “La ciudad y sus desafíos”

1ª La ciencia, al hacer evolucionar a la sociedad, acelerándola, permite que un hombre adulto no pueda desplazar a sus superiores, y sin embargo tenga que soportar la presión generacional siguiente, que ni acepta su mundo ni intenta la creación de otro.

2ª Eligio una carrera por que la consideraba brillante y lucrativa, además con gran porvenir, y un diminuto artefacto inventado por un imbecil de treinta años la hace innecesaria.

3ª Acepta, aun siendo joven, una defenestración profesional -una jubilación adelantada- y se somete a un ostracismo en su especialización, voluntario –aun teniendo mucho que decir. Calla pensando, con una profunda desmotivación, que otros vendrán mas adelantados que el. Piensa que tal y como estas las cosas…mas vale pájaro en mano….

4º No comprende la rentabilización social de esa nueva generación, tan cara en su formación académica, y que solo trabajara de los treinta años a los cincuenta.

5º Asiste a la supremacía de una casta tecnócrata y política, pesada carga social, con muchos visos de cinismo, egoísta y poco clara en sus planteamientos, de la que desconfía profundamente.

6ª Procede de una sociedad que ha basado su vida intelectual en una premisa científica avalada por la religión, y esta queda aniquilada por equivocada y obstruccionista. Acepta estas bases modernistas, en una necesidad vital de sobrevivir. Y se dice:
“¿Me puede decir alguien donde hay un chaman que invoque de nuevo a los dioses?
… Necesito desesperadamente un eclipse de Sol “.

Los tecnócratas inmorales, al hacer desaparecer del medio activo a estos bien fundamentados ciudadanos, eliminan denuncias públicas y travas -a sus abusos, inoperancias e inmoralidades.

Y así se fraguan las victimas; la bisoña generación, quienes al despreciar las opiniones y mensajes de estos veteranos, por considerarlos arcaicos y trasnochados, están echando por tierra todo el “saber hacer” conseguido después de años de duro trabajo y experiencia. Se quedan pues sin las verdaderas claves para salir de las temporales depresiones que un sistema, que se define así mismo como imperfecto y, por que no decirlo, amoral, les va a deparar con asiduidad en el cercano futuro.

 

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