José Carlos Navarro Muñoz

TAMBIEN QUEDARÁ PARÍS No hay nada mejor para conocer sobre temas concretos como seguir el rastro escrito de los expertos. O seguir el del que los transcriben, en determinados medios de comunicación. No cabe ninguna duda sobre la interpretación de los llamados boletines internos (ZUTABE) o de las declaraciones de la organización criminal ETA, para saber que los objetivos permanecen inalterables, pese a quién le pese el sentimentalismo del canto de sirena de la paz y el amor perpetuos. Entrelazar palabras puede servir para tejer un manto de bondad, que envuelve a los perversos sin arrepentimiento. Contra el vicio de pedir está la virtud de no dar, máxime cuando lo que se pretende ofrecer no es tuyo. La soberanía pertenece siempre al pueblo, y no a circunstanciales engaños o maniobras electoralistas. Menos aún a ilegales sufragios de autodeterminación, con el chantaje y la coacción mirando entre las enrejadas ventanas de los espacios sin ley. Los conocedores de la historia de Navarra saben de su posición ante las monarquías de la unificación de España, así como de sucesiones dinásticas, como para soslayar la resistencia de su pueblo ante negociaciones con ETA en su nombre. Baldío territorio para tal siembra, sin que ello quiera decir que puede producirse el daño sin cuantificación en primera instancia. No hablemos de la república francesa cuya malla administrativa en provincias es impermeable a cualquier intento de escisión de su centralista y no menos jacobino Estado. Las líneas administrativas no dividen etnias, ni pueblos, sino que son formas de control administrativo para todos los ciudadanos. Y en estas están los reivindicadores de «Euskal Herria» con lo que llaman sus provincias vascas en Francia, donde la banda sigue rearmando y organizándose. Es ahí donde entra el amigo de los populares españoles y a la sazón ministro de Interior galo, Nicolás Zarkozy, en su pretendida ascensión a encabezar los destinos de su país. Combatir allí a los que pretenden escindir su país puede darle réditos , pero la estrategia dialogante española se queda con las espaldas al aire y bien mojadas. Elucubraciones aparte de tales hipótesis, la endeblez de este proceso de alto el fuego quedará siempre interrumpido y vuelta a empezar tal como en Casablanca: siempre quedará París. Y ya los parisinos supieron las consecuencias del régimen de Vichy, con sus concesiones y negociaciones con el invasor que cruzó su línea Maginot. José Carlos Navarro Muñoz

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