Sabido es que las grandes empresas tecnológicas tienden a comerciar con los datos personales de sus usuarios -además de algunos derivados de su actividad por medio de los servicios provistos. Facebook, Microsoft, Apple, Twitter y Google son tan solo algunos ejemplos de entidades que aprovechan para participar en el negocio del big data de esta manera.
Así pues, no solo utilizan estos datos con la mera intención de mejorar el servicio brindado al usuario, basado en parámetros como podrían ser la ubicación, el idioma y las preferencias de compra. Pero no deja de ser retorcidísimo que se haga creer a los usuarios que pueden revocar su consentimiento para tal monitoreo cuando prácticamente es imposible.
Esto ocurre precisamente con la titular del buscador web más utilizado a nivel mundial. A pesar de que Google dé una opción para que no se puedan monitorear los datos de los usuarios, la compañía ignora tal denegación y lo destina a fines entre los que se encuentran asuntos de publicidad, tal y como denuncia el periodista Brett Larson, de la cadena FOX News.
Pero hay otra cuestión más preocupante: la cuestión del espionaje, amenazando nuestra libertad. Sabido es que existe una buena alianza entre muchas big companies y el big government, fomentándose cierta connivencia Estado-empresas que denominamos corporativismo: favores, subvenciones, etc.
También nos consta que la mayoría de gobiernos occidentales incurren en labores de espionaje a través de sus agencias de inteligencia sobre los ciudadanos, no necesariamente cuando puedan participar en acciones que supongan un claro riesgo para la libertad y la seguridad ciudadana.
Incluso en los Estados Unidos, a pesar de tener unas disposiciones constitucionales que, a diferencia de las europeas, se estipularon con la finalidad de limitar el poder de los dirigentes, de los gobernantes, se vulnera la cuarta enmienda que, en pos de respetar el derecho a la privacidad de los usuarios, se basa en lo siguiente:
“El derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos se hallen a salvo de pesquisas y aprehensiones arbitrarias, será inviolable, y no se expedirán al efecto mandamientos que no se apoyen en un motivo verosímil, estén corroborados mediante juramento o protesta y describan con particularidad el lugar que deba ser registrado y las personas o cosas que han de ser detenidas o embargadas”.
Pero al mismo tiempo, sabemos que estos gobiernos no son regímenes dispuestos a aniquilar a la disidencia política (distinto es que el respeto a la libertad de expresión no sea tan escrupuloso así como que el fenómeno dictatorial de la corrección política, de corte “progre”, se esté convirtiendo en proyecto de ley positiva constantemente “reforzándose”).
Mientras, China no deja de tener un Estado totalitario, de corte comunista. Aunque hubiera cierta apertura al capitalismo, seguimos hablando de una economía bastante reprimida, tal y como se afirma en el Índice de Libertad Económica elaborado por The Heritage Foundation. Los marcadores sobre propiedad e integridad gubernamental son muy alarmantes también.
No se respetan las libertades civiles. Se persigue a los disidentes, a los cristianos y a otras minorías religiosas, etc. Asimismo, se aprovechan las “aplicaciones malas” de la inteligencia artificial (la amplia red de cámaras que monitorizan a los ciudadanos lo evidencia), y se escanea en determinados puntos la información almacenada en los smartphones particulares.
Por ello, es preocupante que Google esté desarrollando una app para Android llamada Dragonfly, con la que permitirá a la tiranía china identificar a los usuarios con su número de teléfono móvil y monitorizar así todas sus búsquedas, al mismo tiempo que les impedirán buscar con términos como “derechos humanos” y “premio Nobel” (en relación a Liu Xiaobo).
Aquellos internautas que quieran utilizar el que es uno de los buscadores más potentes del mundo, sea por el motivo que sea, correrán peligro dada la lesividad de un régimen totalmente liberticida, dispuesto a perseguir a todo aquel que se desvíe de los principios de quienes ostentan el poder político, de los comunistas.
Recordemos además que aplicaciones de mensajería instantánea como Whatsapp y Telegram (esta última aplica un encriptado end-to-end, que abarca toda la conexión) están prohibidas en el país por no facilitar las labores estatales de espionaje, a diferencia del servicio WeChat, uno de los más populares en dicho territorio asiático.
En cualquier caso, cabe indicar que con esta actitud servilista hacia un sistema totalmente liberticida, hablamos de la gota que ha colmado el vaso. Si no era ya suficiente con el intercambio comercial de datos personales no consentido y la censura a la derecha (sirviendo al marxismo cultural de esta manera), crean ahora herramientas para entidades totalitarias.
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