Y es que en este suelo que nos ha tocado vivir, hay que reconocer que hay una larga y variopinta
historia de “recomendados”. Una historia que en el devenir de los siglos ha cambiado en sus modos
y formas, aunque no en el fondo. Recomendaciones las hay de todos los gustos y para todas las
categorías sociales. Hasta reyes ha habido recomendados –Amadeo de Saboya por el General Prim… y
otros mas cercanos.
La cuestión tiene su miga y distintos matices. Recomendar en castellano viene a ser aconsejar. Pero
¿que pasa cuando se recomienda a un ser humano? ¿Se le puede recomendar tal vez mucho o, a lo
mejor, solo un poco? ¿Para todo, o para una determinada labor? También se puede recomendar a una
empresa, en cuyo caso siempre será para la labor que esta empresa desarrolla profesionalmente –es de
suponer.
Un juez, después de un sesudo estudio de las pruebas aportadas, diremos que “sentencia” y no
que “recomienda”. Un psicólogo, ante una evaluación de un candidato para el desarrollo de un
determinado trabajo, ¿recomienda o, tal vez, “aprueba”? Un profesor, desde luego, “aprueba” –con
suerte- y casi nunca “recomienda”. A no ser que, después de suspender al candidato, recomiende que
se estudie mas.
Entonces, realmente, ¿Quien recomienda a una persona? Pues tal y como hemos visto en los
casos descritos, la recomendación queda fuera de lugar y es sustituida por un, supuesto, autentico y
público, “aprobado legal”. Y, así, nos encontramos con que recomendar a una persona, recomienda
un amigo con influencias, o una autoridad; y que, la palabrita, tiene un paralelismo tremendo con otra
bonita, en boga, y moderna palabra cual es “enchufar” a alguien. Ejercicio este que con los últimos
gobiernos socialistas –partido de buenos enchufadores, no necesariamente electricistas -, en España, se
ha extendido cual mancha de aceite por toda la geografía nacional.
Cuando en la antigua Roma el César hacia una recomendación esta siempre se interpretaba como una
orden –por el bien de la cabeza del ordenado. Sin embargo, las santas recomendaciones de Jesús
causaron hilaridad entre las tropas romanas de Palestina, encargadas de darle muerte.
Así, por poner un ejemplo, un concejal de ayuntamiento, puede recomendar a la empresa de un primo
suyo para que limpie asiduamente los cristales de un geriátrico que, aun siendo privado; en su día
se monto en base a las subvenciones otorgadas por su concejalía. Estableciéndose, así, a partir de
la aprobación de esta subvención, unos lazos, fuertes y consolidados, de agradecimiento, por parte
de los responsables en la gestión del dicho geriátrico, hacia el concejal en cuestión –tipo “Clientis
romanorun”. Es, en este caso, cuando la palabra “recomendado” es tremendamente aclaratoria de la
situación descrita y no así la de enchufado. Tal que así: “La empresa de limpieza de cristales de Luis
ha sido “recomendada” por el concejal para realizar, asiduamente, las labores propias en el Geriátrico
de los Padres Santos, por un sustancioso precio”. Ni que decir tiene que la recomendación causa efecto
inmediato y que cualquier otra empresa que presente candidatura será automáticamente relegada,
por los Padres Santos, a favor de la de Luis. Podríamos, así, continuar con una lista interminable
de servicios y de necesidades, públicas y privadas, que están siendo satisfechas por una legión de
recomendados de todas las especies imaginables.
¿Y, entonces, cuando deberemos usar lo de “enchufado”, “enchufe” y las distintas acepciones del
verbo enchufar? Lo de enchufar, para trabajar, es mas lapidario. Y resulta mucho mas comprometido
personalmente, porque supone –generalmente- la integración definitiva de una persona extraña
a una organización donde ya hay otras personas validas, entre las que existen fuertes vínculos –
generalmente de trabajo-y que han obtenido su puesto en base a su esfuerzo y valía personal. En el
caso del geriátrico, en cuestión, podría suponer el decir: “Pepita, cuñada del concejal, “tiene enchufe”,
y apenas a terminado su carrera de ATS, ha sido contratada en el geriátrico de los Padres Santos, aun
no teniendo ninguna experiencia profesional. O, esta otra: “Juan, sin tener derecho a la prestación por
desempleo, la cobra; pues se ha montado un chanchullo con alguien”.
Como decía al principio la cuestión viene de antiguo; aunque, hay que reconocer, nunca se han dado
tantos casos como ahora. Seguramente porque ha habido un enorme crecimiento en gasto y cargos
públicos; que nos ha traído consigo una legión de “enchufados” perpetuados en la administración;
solos o en empresas cuasi públicas; que siendo de origen humilde, gastan unos grandes apetitos por
subir de estatus, a base de dinero público.
Antes se decía: “Hay que tener influencias hasta en el infierno”. Bonito verbo, también, este de
influenciar y de gran raigambre entre las gentes hispanas: denota poder y autoridad sobre otra u otras
personas; así como en su forma “tener influencias”: “Le concedieron la plaza de taxi del pueblo,
porque tiene influencias en el ayuntamiento” y luego, por un quítame allá esas pajas, se la pasaron
a Pamplona”- Muy buena operación, que le ha podido suponer al recomendado un ahorro de unos
cuantos millones, de las antiguas pesetas. Así: sin mas, ni mas…
Otras palabras, antiguas, que nos vendrían al pelo serian las de las siguientes frases:
“José ha sido nombrado en el cargo porque tiene buenos valedores”. “Juan ocupa su puesto de
funcionario y trabaja muy poco”, pero cuidado con él, porque “tiene amigos en las altas esferas”.
Ahora las esferas han descendido mucho y ya no hacen falta amigos tan divinos; con que lo sean un
poco vale –que tengan carnet, por ejemplo.
Otras consecuencias del enchufe o la recomendación pueden ser: “La información privilegiada y el
oportunismo”. Véase en algunas frases populares, más actuales:
– “La mejor manera de aprobar una oposición es que te soplen las preguntas del examen, unos días
antes, así te da tiempo a prepararlas bien y sacar buena nota”.
– “El camino mas corto para que te contraten la empresa en la administración es, simplemente,
llevarte bien con algún político y que te la recomiende ¡Oye!… Y si no, le pagas algo y en paz”.
– “Es mejor conseguir la subvención para tu cliente y luego que te compre a ti las mercancías. Así
tú “no pides nada” –Por esta ultima frase va el truco del insigne “Recomendador Socialista” y
sus “Clientis Romanorum gasolinerae”-“No hay causa, ni la habrá”….
Por ultimo, recalcar como en nuestro país todo son ventajas para el recomendado y el enchufado.
Tanto a nivel estatal –toda España-, como local –ayuntamientos-, o regional –autonomías. Y es que en
esta, tan bien articulada, nación hay muchos sitios donde rascar.
Y así llegamos a la situación actual, donde esta amoralidad imperante en nuestro país (y otros del
entorno Euro-sureño), tiene unas consecuencias caóticas para la ciudadanía en general y nos trae,
consigo, un acaparamiento de los puestos claves, en muchos casos, por personal y empresas mal
preparadas –recomendadas y enchufadas- y que no están a la altura de sacar adelante los retos
que nos esperan –y que además deben favores…. Así, como también –en otro alejado lugar-, un
montón de personas bien preparadas, en el paro o prematuramente jubiladas, y con las que se ejerce
continuamente el ostracismo, la injusticia y el desprecio. Personas, éstas, que terminan por estar
absolutamente desencantadas e indignadas con la clase dominante y que llegan a pensar que nada
merece la pena y que si esto esta mal;… pues que lo arreglen los recomendados o los del carnet.
Abundan, por desgracia, los buenos en su casa y los mediocres en nuestros puestos claves –sobre todo
en política – ¿no me lo negaran…? Esta situación marca a su vez una tónica del quehacer público
dominante; cual es, la abstención y relajación moral -No roba el que no puede.
…Pero ¡ojo! No lancemos nuestros dardos hacia fuera; pues en este asunto del enchufe, como
pasa en tantas otras cuestiones humanas, es cosa -al menos- de dos: unos, los recomendados; y
otros, los “recomendadores”. Pues si bien es cierto que hay numerosa gente que recomienda, son
muchísimos más los que están en muy buena predisposición para ser recomendados.
Son estas ancestrales lacras las que continúan anclando a nuestro país, y a los de su entorno –latinos-,
en una desfavorecedora e hipócrita “Justicia Social”– al uso-; absolutamente desdinamizadora de las
clases sociales productivas y emergentes. Una justicia social sometida al Malgasto y a la expoliación
de recursos y de patrimonio. Y nos hace ver a nuestros más altos responsables –en nuestra sospecha
crónica- como un contubernio de “Ali Babas”.
Entonemos todos, pues, un “mea culpa” multitudinario. Así como unos buenos propósitos de
enmienda, hacia el futuro –penalización legal-, en todas estas cuestiones que tienen que ver con este
deporte nacional que gira entorno a los enchufados, a los recomendados, o a la compra de influencias.
Solo así conseguiremos poner algo de luz y de ilusión entre esos “indignados” jóvenes. Indignados, de
esta desencantada sociedad; cargada de rancias lacras de hipocresía y con mucho miedo al futuro.