Quien miente menosprecia a aquéllos a quienes miente. Quizás por eso solemos indignarnos cuando descubrimos que alguien nos miente. Por ejemplo cuando vemos que un político nos miente. Y concretando más, cuando comprobamos que la Consejera de Educación Solana nos ha estado engañando en todo el asunto «Skolae».
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La primera falsedad llegó cuando, con el tono pomposo que es la marca de la casa, presumió del carácter científico de «Skolae». Sin duda esperaba que la obligatoria religión científica iba a llevar a los críticos con «Skolae» a aceptar sumisos cuanto viniera sacralizado por la palabra mágica: «científico»; o al descrédito social. Pero si «Skolae» era ciencia, los autores tenían que ser científicos, y extrañamente Solana se negó a dar a conocer los nombres de las eminencias. Se negó diciendo que se pretendía hacer una «caza de brujas». Al decirlo, confesaba sin quererlo que había brujas que cazar, es decir algo poco presentable oculto -pero que podía ser descubierto- en la autoría de «Skolae». Hubo quien, porque los conoce, se malició desde el principio y dijo que si de verdad hubieran sido científicos los autores de «Skolae», Solana habría aireado a bombo y platillo sus nombres; y que la negativa a hacerlo significaba que era falso que los hubiera. Tenía razón. Obligada por ley, Solana tuvo que dar nombres y currículos de los autores: dos filólogos, una sexóloga y una psicóloga. Segunda falsedad descubierta: los autores no eran científicos expertos en el tema, sino más bien aficionados entusiastas (por no decir extremistas), que pueden tener mucho peligro. No había ciencia sino seudociencia en «Skolae». De hecho, si la ciencia suele ser objetiva y valorativamente neutra ante los asuntos que trata, en el cuarteto autor de «Skolae», había radicalismo feminista sobrado. Por eso la filóloga Marian Moreno, al saberse que era una de las autoras, borró sus tuits radicales, para que no se supiera que era lo contrario de una científica con actitud objetiva. Y en los tuits de otra coautora (Carmen Ruiz) se leen mensajes tan nada científicos como «sacar vuestros rosarios de nuestros ovarios» o «menos rosarios y más bolas chinas». ¿Qué padres navarros pondrían la educación afectivosexual de sus hijos en esas manos? Otro intento de engañarnos, por tanto. Y tenemos otro más, grotesco, en las lágrimas que supuestamente Solana derramó en el «I Congreso Internacional de Coeducación y Género». Lágrimas falsas porque las derramó cuando el programa «Skolae» recibíó el aplauso de ese Congreso, en el que eran ponentes los autores de «Skolae» (DN 9 de Enero). O sea, yo lo hago, yo me aplaudo, yo lloro de emoción ante mi autoaplauso. Bonita farsa.
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Además, en un teatral y falso gesto de valor, Solana escribió «Skolae soy yo». Pero tenía razón. Suya es toda la falsedad que ha habido y hay en «Skolae». Pero Solana, portavoz de Barkos, no ha desentonado de la voz de la que es portavoz. Última prueba por ahora: en la sesión del 11 de Enero en la que se debatió sobre este asunto de «Skolae» en el Parlamento, Barkos -también ella es «Skolae»- dedicó buena parte de su intervención (DN 12 Enero) a criticar el pacto del PP en Andalucía con Vox. Ella, la del pacto con Bildu, criticando los pactos con Vox de Andalucía. Hace falta rostro. El edificio de «Skolae» se sostiene apoyado en estas falsedades. Tan habitable como el Palacio de Rozalejo.