¿Para qué sirve el estado? Para muchas personas la respuesta a esta pregunta es que el estado es quien se encarga de pagar a los pensionistas, construir colegios o atender a las personas enfermas. Sin embargo, la realidad es que todo esto es capaz de realizarlo perfectamente solo el sector privado. Además, cuando se encarga de ello, al hacerlo es más eficaz y barato que el estado. Así las cosas, para muchos pensadores la labor fundamental del estado se encuentra en garantizar la seguridad en un sentido amplio. Es decir, la seguridad jurídica y el orden público. En España, que es un país que en todas las encuestas se define mayoritariamente como progresista y de izquierdas, incluso de una manera intensamente radical (casi hay más personas de izquierda que de centro, a diferencia de lo que suele suceder en las sociedades avanzadas), consecuentemente podría esperarse que el estado fuese fuerte y poderoso. En realidad, lo que sucede es todo lo contrario. Lo hemos visto en el llamado “proceso de paz” y lo estamos viendo en cuestiones como el Estatuto de Cataluña, el acoso marroquí a Ceuta y Melilla, las negociaciones de Batasuna con EA, los chivatazos faisaneros o las claudicaciones sistemáticas a piratas y secuestradores del mundo entero. Mención aparte merece el detalle insignificante de que la política económica, puesto que el estado está en quiebra, se decida a golpe de llamada telefónica de Merkel y Obama. De todo esto hay que concluir que vivimos en una paradoja: somos más estatalistas y socialistas que nadie pero tenemos un estado débil, quebrado e inútil. Sólo que a lo mejor no es una paradoja. A lo mejor es que tenemos un estado débil, quebrado e inútil no a pesar de ser los más socialistas e izquierdistas, sino precisamente por serlo. No hay más que ver lo que ha pasado con otros estados sometidos a políticas socialistas e izquierdistas a largo plazo. A lo mejor tenemos que planteárnoslo. Eso sí, tenemos un estado débil, quebrado e inútil a pesar de que es gigantesco, hiperautonomizado y carísimo. A lo mejor es que de nuevo no hay paradoja ninguna y esto sucede no a pesar de los enormes recursos que consume, sino precisamente a causa de ello. Si hay amores que matan, éste puede ser el caso del amor de las izquierdas hacia el estado. También esto tenemos que planteárnoslo.