¿Es más dañino para la libertad el iliberalismo que la democracia?

Uno de los peligros de Europa para los amantes de la libertad es el iliberalismo, sí, Orbán, el primer ministro de Hungría. Lo que haga o deje de hacer “concierne” a toda Europa, porque la Comisión Europea, ese órgano que se preocupa muchísimo por nuestro bienestar, avisa de los ataques de ese dictador, la oveja descarriada del PPE que quiere acabar con los importantísimos derechos LGBT y destruir la civilización occidental con la ayuda de su amigo Putin. Después de esa propaganda, vamos a ver quién es realmente Orbán y si es mejor o peor que los burócratas de la Unión Europea.

Viktor Orbán ha sido el primer ministro de Hungría desde 2010 con el partido Fidesz. Hasta el año 2021 ha pertenecido al Partido Popular Europeo, llevando con discrepancias ideológicas desde 2014 o quizá antes. Orbán es simplemente un nacionalista húngaro y, por ende, euroescéptico, por lo que considera la deriva intervencionista y reguladora con intención de crear un macro-Estado europeo un peligro para los húngaros. Y no va desencaminado, la propia Doctrina Social de la Iglesia admite que las instituciones burocráticas enormes destrozan los cuerpos sociales, dañando el principio de subsidiariedad. No es que el nacionalismo sea correcto, un reaccionario debe rechazar los discursos identitarios y nacionalistas, como decía Erik von Kuehnelt-Leddihn, pero puede ser útil para protegerse de algo peor.

Las discrepancias con el PPE empezaron durante la crisis de refugiados de 2014. Orbán era consciente de que la adopción masiva de refugiados iba a crear muchos problemas sociales y atacó duramente a Soros y demás promotores de esa invasión masiva. El PPE, dirigido por Merkel, tras hablar anteriormente de un cierto control de la inmigración para proteger los valores europeos, cambió radicalmente el discurso. No es la única vez, por ejemplo, en cuestión de pocos años han pasado de oponerse al aborto a considerarlo un derecho universal e intentar atacar la libertad de conciencia de los médicos.

Tras ello, Orbán, en oposición al modelo liberal europeísta, dio un paso hacia el llamado iliberalismo tras ganar las elecciones de 2014. En su discurso mencionó que el futuro de Hungría era iliberal y puso como ejemplos Turquía, Rusia o Singapur. El iliberalismo es simplemente el mantenimiento del Estado de derecho, pero limitando las llamadas “libertades civiles” de voto y con ello la democracia.

Seguramente el término iliberalismo no sea el correcto ya que el propio liberalismo clásico de Lord Acton, de De Tocqueville o de los Padres Fundadores de EEUU era aristócrata, pero es el término que se usa actualmente. Es más, esos buenos liberales consideraban la democracia una aberración en la que la moral dependía de la votación de la mayoría, quedando desprotegidos los derechos inalienables de los hombres. No estaban tan lejos del acertado discurso de Donoso Cortés. El profesor Miguel Anxo Bastos explicó que la democracia actual no es tan dañina como pudo ser el socialismo porque se basa en cierta medida en mecanismos antidemocráticos, como las constituciones o los tribunales.

Un ejemplo exitoso de iliberalismo es Singapur, donde la limitación a la democracia les ha permitido mantener su sistema capitalista que tanta prosperidad les ha dado, evitando el surgimiento de fuerzas socialistas. Ahora, el Partido Republicano (GOP) en EEUU sigue esa línea ideológica, hablando de que EEUU es realmente una república constitucional, no una democracia. Hay tendencias muy interesantes, como la libertaria de Rand Paul, el hijo de Ron Paul, o la idea del National Divorce, popularizada en New Hampshire y mencionada a nivel federal por MTG. También cabe mencionar el Freedom Caucus y su oposición radical hacia los neoconservadores globalistas dentro del mismo GOP. No veo motivo para pensar que se perderán libertades, sino que la limitación de la democracia puede favorecer por ejemplo la libertad de empresa, al no votarse constantemente regulaciones y apartar a las fuerzas sindicalistas que tanto daño hacen.

Volviendo a Europa, en el otro frente, la Unión Europea ha ido centralizando poco a poco el poder en la Comisión Europea, un órgano ejecutivo tecnocrático sobre el que tampoco hay elecciones reales, y en el Parlamento Europeo, del que sí que hay elecciones, al igual que sigue habiendo en Hungría, pero están muy alejadas y son desconocidas por los ciudadanos europeos. Por lo que se puede decir que los rivales de Orbán están siguiendo la misma estrategia, pero en nombre de una supuesta libertad. Además, la UE está defendiendo unos valores contrarios a los valores europeos. Como explicó con ejemplos el político polaco Janusz Korwin-Mikke: en Europa los asesinos eran colgados mientras que en la UE la pena de muerte está prohibida, el que no trabajaba no comía mientras que en la UE el que no trabaja recibe dinero del Estado, los niños dependían de los padres mientras que en la UE dependen del Estado… Y así varios ejemplos más.

En los últimos años el autoritarismo de la Unión Europea ha crecido a unos niveles no vistos desde 1945 y es una de las mayores amenazas actuales. Pero no se puede decir que todo Orbán sea bueno. Es cierto que está frenando la inmigración masiva o rechazando los dogmas LGBT, pero Hungría sigue siendo un país con altos grados de corrupción, leyes absurdas e irrelevantes y, sobre todo, restricciones a la libre innovación empresarial. Sin olvidar controles de precios que hacen que la inflación sea elevada, perdiendo poder adquisitivo los húngaros. Eso sí, no queda lejos de otros países de la UE a los que la Comisión apoya, como el gobierno de Pedro Sánchez, que contiene una vicepresidenta del Partido Comunista Español. La batalla es meramente ideológica, pero Orbán tiene que mejorar mucho y, aceptar los beneficios del libre mercado que, junto a los valores tradicionales, son una combinación estupenda para el progreso económico y la paz social.

Así que se plantea la duda de quién es más dañino. Respecto a esto, la UE está centralizando el poder y tiene intención de unificar los diferentes ejércitos nacionales. El ejército europeo sería la creación definitiva de un macro-Estado. Orbán maneja un país lleno de regulaciones, pero, al menos, se opone a esa centralización. Por ejemplo, se ha opuesto a tomar partido de algún bando en la guerra entre Rusia y Ucrania, defendiendo una justa neutralidad. Se opuso a las sanciones a Rusia ya que perjudicarían más a los húngaros que a los rusos, acabando con la unidad europea contra Rusia. Orbán es lo que sería un político con ciertos valores que, pese a estar envuelto en mucha burocracia, mira algo por su pueblo. Totalmente contrario a los burócratas trajeados de Bruselas que quieren regular todos los aspectos de nuestro día a día.

Además, la UE defiende las fronteras abiertas y el progresismo, destrozando las virtudes cristianas que nos hicieron prósperos. La cultura woke y su relativismo moral hay que combatirlo, está llegando ya a niveles absurdos. Como dijo Chesterton: “Llegará el día que será preciso desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde”. En Hungría, al menos, el gobierno defiende la familia, la tradición y el cristianismo. Todo amante de la libertad coherente debería defender la descentralización y los valores que hacen posible el mantenimiento de un sistema basado en la propiedad privada, rechazando las falsas ilusiones de libertad como la democracia, por lo que la opción menos mala, que no ideal, sería el nacionalismo de Orbán.

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