La semana pasada, tuvimos conocimiento de una especie de bomba situacional e informativa que ha causado cierto nerviosismo en las filas de una de las facciones de la extrema izquierda en España. Nos referimos a todo el cúmulo de acusaciones y escándalos de dominación sexual no consentida en torno a Íñigo Errejón, otrora co-artífice del 15-M y activo humano de uno de los think tanks del narco-chavismo en España, más allá de todo lo que sabemos sobre el sóviet madrileño con forma de universidad.
En torno a lo acontecido, son muchas las tesis que circulan al respecto. Hay quienes creen que el personaje pudo demostrar su verdadera faceta si es que no se considera que su carácter pudiera desembocar en ello. Puede pensarse en la necesidad de cortinas de humo para desviar la atención sobre el secuestro institucional del sanchismo o haber movidas internas para darle un nuevo impulso al proyecto cuyo líder de facto regenta una taberna de nomenclatura comunista en el centro matritense.
Puede que sea inocente (nadie habló aquí de que «la presunción de inocencia fuera solo un derecho para los fachas»). Uno está haciendo un análisis de actualidad, en base a determinadas apariciones en redes sociales y medios de comunicación. Y en base a ello, voy a refutar un argumento que el político en cuestión emitió para justificarse a la vez que anunciaba su dimisión, su apartamiento de la vida política. Había hecho una alusión a una supuesta «forma de vida neoliberal».
La libertad natural como hombre de paja
Habría insinuado Errejón que su supuesto desenfreno sexual, desempeñado con una supuesta arrogancia sádica (en base a las versiones acusatorias), se debería a la influencia del «neoliberalismo» en nuestra vida cotidiana. Por un lado, puede resultar ser esto un tecnicismo raro, pero por otro, incurrimos en uno de los supuestos hábitos acusatorios de esa izquierda radical que, en materia de gestión económica, es incapaz de revisar la faceta fallida de sus ideas.
El «neoliberalismo» como tal no existe (aunque hay una tesis de cierto rigor que lo vincula a la defensa de la banca central, sin entrar en precisiones monetaristas). Solo lo utilizan aquellos que reniegan de la economía de libre mercado y de la propiedad privada, ambos fundamentos para el desarrollo material, social y, por consiguiente, moral, de una civilización, en conformidad con el orden natural, con la idea de sociedad orgánica.
Sabido es, a su vez, que allá donde hay más facilidades para emprender, ahorrar, invertir y consumir, generando dinamismo y solidez económica, los individuos son más libres (partamos de la base de que la iniciativa de vocación creadora y emprendedora requiere de una aplicación del libre discernimiento expresivo, mientras que la propiedad privada es y debería de ser, en sus distintas modalidades, un entorno para con el fuero interno de cada individuo y de cada familia.
Nada de esto tiene que ver con el acto sexual ni con las cuestiones de procreación. De hecho, el orden natural es incompatible con un hedonismo promiscuo que imposibilite la estabilidad matrimonial, base para sociedades fértiles y florecientes. Tampoco tiene nada que ver esto con las relaciones que puedan mantener dos personas del mismo sexo que puedan apreciarse en una medida que trascienda la amistad íntima. Ni siquiera con ciertas cosas que ocurran en los «rolletes de noviazgo» en ciertas circunstancias.
La «contradicción» feminista
Lo que habría ocurrido aquí, en caso de que las acusaciones sean plenamente veraces, sería que la izquierda bolchevique habría llevado a la práctica el «liberacionismo sexual» como una «libertad para ser un frenético arrogante y llevar la pulsión dictatorial al acto sexual de cada cual, de modo que no se pueda cuestionar el deseo de placer del líder, del homo marxistis«. Puede haber buenas personas con ideas equivocadas. Pero sabemos de las violaciones sexuales del Frente Popular y de los soviéticos que «liberaron» Polonia, de los gustos sexuales de Joe Biden y de los deseos de azote con sangrado de Pablo Iglesias.
Eso sí, habrían hecho un favor enésimo a quienes cuestionamos las ideas revolucionarias sesentaiochistas que, bajo precedentes de Marx y Engels, procuraron destruir la familia o considerar a la mujer como un sujeto de explotación. El feminismo no es algo que le interese a esta gente. Su deseo es, en base a la estrategia gramsciana, utilizar a la mujer como un rehén de causa ideológica. Buscan enfrentarla al hombre, dentro de una nueva lucha de clases que solo beneficie al Mal y al Estado frente a la sociedad, pues es eso para lo que se requiere la atomización de los individuos.
Ni Errejón ni ninguno de sus correligionarios defiende la libertad de las mujeres así como tampoco su dignidad. Sus proyectos políticos, bajo una directriz satánica, solo buscan corromper a los niños y evitar que haya familias estables. Luego, el desprecio a la presunción de inocencia no deja de ser lo que reivindican en sus regímenes totalitarios. Perseguir al inocente, sin necesidad de probar adecuadamente los hechos por los que se le acusan, es un mecanismo de asedio. Es lo que hacen en pro de la opresión. Y lo mismo se aplica a los homosexuales y a esas víctimas de explotación cientifista que son los trans.
La verdadera feminidad se basa en defender el derecho de la mujer a ser como es, a poder pensar en libertad, a caminar segura por la calle, a poder llevar libremente un proyecto de vida que apueste por el florecimiento social, a poder tener el honor de ser una futura madre y de contribuir a la creación de nuevas vidas. Igualdad en dignidad y reivindicaciones de libertad negativa que son aplicables a cualquier individuo. Y sí, por coherencia, cuestionemos la sumisión promovida por falsas religiones monoteístas no cristianas y rechacemos los regímenes de humillación y tortura, regidos por la Sharia.
Ergo, nada que ver con el proyecto de todos estos íntimos amigos del camino de servidumbre. Solo creen en el poder y en la colectivización, para dominar al resto de la sociedad. Para ellos, las mujeres, como el resto de los individuos, son sujetos de sumisión, herramientas para el poder totalitario y parte de su temario de lavado cerebral (ese que tratan de imponer en los currículos educativos y que es muy visible en los sóviets universitarios, ya sean más clásicos o más posmodernos).
2 respuestas
Errejon un hipócrita, un fariseo de tomo lomo, y su carta de despedida un ñordo. Que se vaya por el sumidero.
Una vez más se demuestra la utilización de principios fundamentales para obtener unos votos. Es incompatible demandar unos derechos para las mujeres y a la vez vulnerarlos en la vida cotidiana. Derechos, por otro lado, ya consagrados en la Constitución, y que obviamente no aportan un hecho político diferencial, sino una obligación para todos los ciudadanos.