Desgraciadamente, llevamos un montón de años en los que lo concerniente a la defensa de la dignidad humana está totalmente ausente tanto del debate político como social. No obstante, esos políticos impregnados por el relativismo contribuyen a significativos avances en favor de la cultura de la muerte, denegando el derecho a la vida de niños no nacidos, ciertas clases de enfermos y de ancianos.
Durante esta legislatura, ya cerrada en la medida en la que se han disuelto las Cortes Generales (de cara a los comicios legislativos nacionales del próximo día 28 de abril), se ha «avanzado» de modo que se tramite la legalización de la eutanasia (lo cual se sumaría a las legislaciones que la promueven sutilmente en algunas regiones, bajo la etiqueta de «ley de muerte digna»).
De hecho, la semana pasada cerró con lo que se puede considerar como una oportunidad propagandística para la «progrez». El arresto policial y puesta a disposición judicial del madrileño Ángel Fernández, por cooperar en el suicidio de su esposa, afectada de una esclerosis múltiple avanzada, ha puesto la eutanasia como tema de campaña, bajo el habitual sensacionalismo de algunos.
Tanto el mainstream político como los principales medios de comunicación han colaborado en la difusión de noticias bajo cierto enfoque (a considerar como propaganda desde cierto punto de vista). Es más, han sacado a relucir una encuesta según la cual, más del ochenta por ciento de españoles respaldaría alguna regulación que despenalizara esta práctica totalmente contraria a la ética médica.
La misión principal de la Medicina es el máximo esfuerzo para aliviar el sufrimiento del enfermo, haciendo todo lo posible para mantenerle o salvarle la vida. Ahora bien, la crítica a este avance en contra de esa cultura moral a favor de la vida no requiere sino de análisis que pongan los puntos sobre las íes, alejados del simplismo. Por ello, a continuación, aclararemos una serie de cuestiones.
Para el Estado y el burócrata eres solo un número
España no es uno de los países europeos menos damnificados por el invierno demográfico. No pocas regiones, con sus zonas rurales (experimentando a la par el fenómeno de la despoblación) como máximo signo de acentuación, van camino a convertirse, de cabeza, en geriátricos urbanísticos y poblacionales.
Según el ingeniero y experto en demografía Alejandro Macarrón, las personas con 65 años o más pasarían de haber sido el 19% en 2015 al 32% en 2080; y pasaríamos de 3,2 personas de 20 a 64 años por cada mayor de 64 años en 2015 a solamente 1,5 dentro de casi cuarenta años. Eso sí, cada vez hay más mascotas registradas que recién nacidos…
A su vez, al mismo tiempo que nos encontramos ante uno de los factores contribuyentes del fracaso del sistema redistributivo de pensiones (en realidad, la causa principal es la inviabilidad de todo lo que se sujete a planificación centralizada), se da el hecho de que en los mal llamados «Estados del Bienestar» tienen que aumentar ciertas partidas de gasto.
Al darse cierta situación de monopolio en sanidad y dependencia, muchos usuarios se ven obligados a demandar esos servicios que pagan coactivamente vía impuestos. Muchos ancianos necesitan de servicios de ayuda a domicilio o ingreso en algún centro geriátrico, aparte de ser quienes tengan cuadros patológicos más complejos y frecuenten más los consultorios y hospitales.
Pero para el burócrata de turno solo eres una combinación binaria que solo tiene valor en la medida en la que puede someterse al expolio fiscal o prestarle alguna clase de apoyo electoral. Por cierto, cuanto más escorado esté hacia la izquierda (eje de menor a mayor libertad), peor será, dado que su mentalidad materialista (human dignity denial) será mucho más determinante.
Si tus seres queridos son cargas, tienes un problemón moral
El mal llamado «Estado del Bienestar» que considera a enfermos y ancianos como meros dígitos y cargas sin valor y dignidad alguna también ha fomentado determinados valores como la no entrega al prójimo, la irresponsabilidad y el cortoplacismo, a la par que ha erosionado la autonomía de la institución familiar y busca destruir y los roles de los cuerpos intermedios.
Esos valores han sido asimilados por buena parte de una sociedad que, independientemente de sus circunstancias, incurre en el adultocentrismo y el hedonismo, aparte de adoptar cierto chip materialista que le ayuda a incurrir en el consumismo (ojo, aquí nadie se está oponiendo al ahorro, el trabajo y el disfrute e intercambio de bienes a través del mercado), obsesionándose por lo material sin más.
Por lo tanto, hay que decir que la sociedad es víctima del relativismo, de una crisis de valores muy acentuada en Europa, especialmente en su mitad occidental. Al mismo tiempo se promueve un nihilismo secularizador, impulsado por las instituciones y las hordas globalistas a las que están sometidas: negación del cristianismo.
Por otro lado, de lo que vaya a ocurrir en España tendrá mucha culpa el pasotismo silente cómplice de la sociedad. Ni esta ni los círculos eclesiásticos reaccionaron como es debido cuando el Congreso de los Diputados pasó a trámite la legalización de la eutanasia. Parece que hay mayor preferencia a ponerse a perfil cuando de nosotros también depende.
Así pues, ya concluyendo, habría que dejar de considerar al Estado como una deidad material y reivindicar esos valores de afecto, responsabilidad, solidaridad y entrega a los demás, en base a la subsidiariedad. Hemos de exigir que se prohíba toda praxis pro-muerte aplicada a través de la medicina y promover, no necesariamente bajo el Estado, la medicina paliativa y otras opciones pro-vida.
Un comentario
Está claro, esta sociedad ha pasado de la moral del bien y del mal, a la ‘moral» del bienestar y del malestar. ¡Qué pobre gente!