El nacionalismo/separatismo, el leninismo populista y el marxismo stalinismo estuvieron y están montados sobre el odio, mírese por donde se mire. Y también los partidos que se alimentan de esas ideologías. Para no hablar del nacionalismo terrorista. De una concepción superior de la raza, la etnia o la clase nace espontáneamente el odio. Un odio perenne. Cuando mi amiga racionalista me pone pegas a esta afirmación nacida de la experiencia, le rebato diciéndole que el racionalismo abstracto y fuera de la realidad no puede entender la gravedad del odio y sus terribles consecuencias. El odio es insaciable, se alimenta a sí mismo y busca siempre sinrazones para perpetuarse.
Odio en las acciones terroristas. Odio en el derecho de autodeterminación. En canciones, lemas, pintadas, letreros. En panfletos y en la prensa nacionalista, llena de odio. En los homenajes a terroristas excarcelados, glorificados como héroes y víctimas al mismo tiempo, bajo la ikurriña y entre los aurreskus. En Oñati, Hernani, Alsasua o en la tienda del Paseo Sarasate. Con Laura Pérez, como Miss Odio y Miss Ridículo a la vez.
Corrupción, señora Presidenta
Esta legislatura se ha hablado poco de corrupción. Normal, sabiendo que los que han agitado siempre el fantasma de la corrupción son los que están ahora en el Gobierno. Las páginas que escribieron y los discursos que lanzaron no han tenido consecuencias penales, pero si políticas. A los acusados los mandaron a casa y los acusadores están en el poder. Posiblemente deformar, exagerar o mentir sea otra forma de corrupción, pero a nadie se le ocurrió decirlo.
Pero me interesa ahora la corrupción del Gobierno cuatripartito actual. En la gobernanza democrática se está avanzando mucho en perfilar bien los límites y los tipos de corrupción. Hablamos ahora de corrupción como “el mal uso o el abuso del poder público para beneficio personal y privado”, que es un concepto mucho más amplio que el enriquecimiento o lucro personal. En estas nuevas formas de corrupción quiero poner el foco en la capacidad, preparación y experiencia de las personas que nos gobiernan y administran. ¿Podemos afirmar que todos los numerosísimos cargos y carguillos de nuestra administración foral tienen para desarrollar sus funciones las tres características citadas? ¿Cuánto cuesta al erario público esa falta de adecuación al cargo y las previsibles decisiones erróneas que toman? Pero todas esas personas no han caído del cielo, han sido propuestos y nombrados por partidos o personas que, sin duda, inicialmente ha satisfecho a sus intereses/clientela política, aunque sepan de su incompetencia y perjudiquen al conjunto. ¡Esto es también corrupción señora presidenta! Y usted ha sido la responsable de numerosos nombramientos que han hecho perder eficiencia y dinero a nuestra administración.