Leo en Diario de Navarra el artículo de opinión “La gran equivocación de UPN”. Me alegro profundamente de haberlo encontrado y no puedo por menos que agradecer a su autor el esfuerzo realizado para su redacción y publicación, aunque discrepe totalmente de su contenido. Permite que el lector que lo haya leído contraste su contenido con el mío y entre ambos pueda formarse una idea más fundada sobre las relaciones electorales que se deben dar entre UPN y PP.
Es muy fácil opinar sobre los asuntos que se nos ofrecen, sobre todo si la opinión no lleva aparejada la responsabilidad de los efectos derivados de su aplicación a la realidad. Esa es la causa de que sea tan distinto el predicar que el dar trigo. La bondad o maldad de la decisión sobre establecer una coalición electoral entre UPN y PP solamente se puede dilucidar por el resultado electoral de la opción adoptada. Y aún, conocido este resultado, siempre quedará la incertidumbre de si no hubiera ido mejor con la opción descartada.
Los argumentos que se nos presentan para aceptar o rechazar la coalición electoral son múltiples, diversos y, en teoría, igual de válidos. De ahí que unos consideren que es mejor ser cabeza de ratón en el Congreso de Diputados en Madrid, mientras que otros prefieran ser cola de león participando de la fuerza descomunal de éste. Es decir, los primeros quieren permanecer solos, diluidos, al albur de una marejada de poderosas fuerzas políticas, mientras que los segundos quieren formar parte de una de ellas amarrando su criterio político sobre asuntos políticos esenciales para Navarra, los que los navarros llamamos asuntos granados. Tal es el caso de la defensa de la identidad de Navarra y la de las relaciones bilaterales entre Navarra y el Estado.
Pudiera darse el caso de que el Diputado de UPN fuera el que inclinara el fiel de la balanza. Ya se produjo en una ocasión cuando lo era Jesús Aizpún. Su voto permitió la aprobación de los presupuestos del Estado. En este caso el poder de UPN fue decisivo. Es la posición que una impropia ley electoral ha concedido sistemáticamente a los grupos nacionalistas vascos y catalanes. Un puñado de votos, que Navarra no puede alcanzar, han facilitado que nos hayan llevado al huerto. Pero, salvo la casualidad, lo lógico es que el diputado de UPN quede perdido en la maraña de otros intereses, como la de aquel diputado valenciano que se desgañitaba desde el ambón con una naranja en la mano o la de otros que, sin temor al ridículo en los debates de orden nacional, se esfuerzan por atraer la atención general sobre sus cuestiones particulares. ¿Qué decir de las elecciones europeas donde UPN sólo no tiene posibilidad alguna? También Europa cuenta.
Llegados a este punto no se puede dejar de considerar que UPN es el león en las elecciones regionales y no el ratón. Domina la red capilar social y electoral que llega hasta el último rincón de Navarra. Así que los papeles electorales de ambos partidos se invierten cuando de elecciones regionales se trata. Por ello, un sabio y prudente militante de UPN decía que cuando este partido tiene que jugar en las elecciones generales (campo contrario, de mayor complejidad) debe disimular su debilidad en una coalición. Al contrario, no debe hacerlo cuando el juego es el campo propio, más fácil. Así lo hizo sistemáticamente hecho que le permitió afirmar que el resultado electoral de la coalición era fruto indudable de su presencia sin el riesgo de exponer sus debilidades en ningún momento. Siempre aparecía como el partido hegemónico en Navarra, lo que le ayudó a engordar no poco sus resultados electorales sucesivos.
Hay otra consideración de no menor importancia que las anteriores. Se refiere a las fuentes ideológicas que nutren los programas, propuestas y resoluciones de UPN. Sólo por razones de escala, en el PP hay más amplias y sólidas estructuras de conocimiento, como las hay mayores en la Internacional Demócrata de Centro-Internacional Demócrata Cristiana. A UPN le interesa beber de estas fuentes lo cual no impide, por otra parte, que pueda llegar a constituirse, en algún caso, en referencia ideológica para el propio PP. Así ocurrió con el diseño educativo durante la década de 1990.
Dejo más argumentos a mi favor pero queda uno importante: el acuerdo UPN-PP del año 1991 que permitió a UPN conseguir el Gobierno de Navarra. Lo proyectó hasta los 150.000 votos del año 2003. Lamentablemente este pacto se rompió innecesariamente en el año 2007 y empezaron los problemas