El derecho a decidir

Tan pronto en 1873 ocuparon los carlistas la Provincia de Guipúzcoa, los ayuntamientos de la misma se dirigieron al Rey Carlos VII pidiéndole instrucciones para su funcionamiento. La contestación regia fue: “¿Qué os puedo decir si de ello sabéis vosotros más que yo?”.

En plena campaña electoral formulan los candidatos sus promesas. Las cumplirán o no las cumplirán. Más no que sí.

De lo que estamos seguros es que ninguno, alcanzado el cargo, hará una manifestación análoga a la que hace siglo y medio hizo el Rey:“sabéis vosotros más que yo”.

Los partidos políticos actuales se creen omniscientes y omnipotentes. Ellos tienen la solución a todos los problemas. Ellos son los nuevos dioses que desde las alturas del poder harán la felicidad de los ciudadanos. Ellos dirán a los ayuntamientos como han gobernarse, a los padres cómo deben educar a sus hijos, a los centros de enseñanza qué materias y cómo las deben enseñar. Nos organizarán la sanidad, fomentarán el deporte, la cultura, todo. Para ello nos subirán los impuestos impidiéndonos decidir lo que queremos hacer con una importante fracción del producto de nuestro trabajo.

Y luego los candidatos, especialmente lo de los partidos nacionalistas, tienen el tupé de decir que quieren hacer realidad el derecho a decidir de los vascos. ¡Si ellos ya han decidido y deciden lo que más nos importa a todos!

Vivimos dentro de un sistema en que dicen que el pueblo decide y vemos que los únicos que lo hacen son los partidos políticos. Y dentro de los partidos políticos, ni siquiera los afiliados, sino los comités. Grupos formados por los que en España se han venido denominando “barones” y en Alemania llaman “bonzos”.

El liberalismo instaló un gobierno central omnisciente y omnipotente. Con ello originó un descontento en la sociedad que añoraba sus antiguos Fueros. Vinieron ellos con su autonomía que era una copia exacta, en menor escala, de lo que nos molestaba en Madrid. En muchos aspectos más rigurosa aún. Desde las nuevas capitales autonómicas lo han decidido todo.

Y mientras nos impiden decidir en lo que a nosotros nos corresponde por derecho natural, porque “sabemos más que ellos”, porque se ha demostrado que en lo que se han metido han fracasado (fracaso escolar) proyectan tomar por nosotros la decisión absurda de declarar que esto no es España. En contra del ser y la historia de nuestra Tierra. Es la única decisión que les queda por adoptar y que, si llegan a ello, dará lugar a que muchas familias vascas queden dispersas por tres estados diferentes.

Queremos decidir. Necesitamos decidir. Pero nosotros; no los partidos. Y en muchas materias que hoy regula el poder. Más importantes para nuestra vida diaria que la utopía de una independencia. Para ello necesitamos gobernantes que tengan la suficiente humildad de decir “de eso sabéis vosotros más que yo”.Y no los vemos por ninguna parte.

 

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