Esta bastante claro que estamos viviendo una época en la historia de la humanidad de grandes cambios. Se podría decir que en todas las épocas ha habido grandes cambios, y es verdad. Pero ahora particularmente se acerca –a mi modo de ver- una verdadera revolución estructural que podría cambiar nuestro mundo radicalmente – ¡Dios quiera que para bien!.
Y en lo que aquí nos toca más de cerca, diré que cada vez se patentiza más la nueva vertebración de España.
Mucho ha cambiado la cosa desde que aquellos pensadores del siglo diecinueve y veinte. Tanto ha cambiado, que de aquel enfrentamiento social ya no queda nada. Muchos de los viejos partidos que todavía sobreviven en estas filosofias, lo hacen anclados a una realidad social trasnochada y que responde, en su mayoría, a ideologías que no tienen, hoy, ningún viso de prosperar en una realidad social y cívica.
Ahora podemos ver unidos ¡quien lo iva a decir!, por intereses comunes y cierta desesperación, con fuertes dosis de miedo al futuro, a empresarios y trabajadores – ¿Quien lo iba a decir?- miembros meritorios de lo que va quedando de esa España productiva y sacrificada de la que, al fin y al cavo, dependemos todos.
Son esa nueva clase “productiva” de gente que se juega la vida en las carreteras, o en el andamio –camioneros, representantes de comercio, albañiles etc.- o que se juega su patrimonio en las pequeñas fábricas y en las tiendas: empresas fabricantes y comerciantes que sobreviven vendiendo por debajo del costo (70%Dto.), con el fin de recuperar, al menos, parte del dinero invertido –minimizando ruinas. O esa clase que con subvenciones, que no terminan de llegar, tiene que cubrir las necesidades humanas de sus tutelados en geriátricos, residencias para disminuidos, o para menores, o marginados. Son esa clase que no hace nunca “puentes festivos” kilométricos. Que no tiene tiempo, ni recursos, para hacer cursitos de formación y reciclaje. Y que lo tienen que pagar todo muy caro – a su precio y sin prebendas. Son los despedidos por las ruinas de fábricas –mas de diez fabricas cierran sus puertas a diario en España- que no pueden subsistir con artículos a precio de chino; victimas de la globalización y de la insolidaridad de sus compatriotas. Pues son esos propios vecinos, los de de los parados, los que son capaces de comprar un zapato chino, en lugar de comprarlo valenciano o comprar una lata de espárragos del Perú, en lugar de hacerlo de Navarra. Los que nunca compran un coche de la marca “wolsvagen”, a pesar de que mantiene a un montón de familias cercanas y, en gran manera, la economía de su propia ciudad. Y son sus propios representantes públicos los que abren las fronteras a la vergüenza y a la inmoralidad de productos hechos por seres humanos que trabajan en claras condiciones de esclavitud.
Pero, luego esta la otra España. La España del chollo: Todos aquellos que ganan igual que antes –de la crisis- pero les cuesta todo mucho mas barato y que además tienen la total seguridad de que no les echaran de su trabajo nunca. Saben que siempre podrán hacer cursos de formación y reciclaje gratuitos o aprender idiomas –en horas de trabajo y con grandes descuentos- siempre pagando menos por todo –hasta por las medicinas-, aun ganando más que nadie y –todo hay que decirlo- trabajando, al menos, con menos preocupaciones que nadie. Todo para siempre, para ellos o para sus hijos: porque tienen la seguridad de la perpetuación de su “casta” ya que son ellos mismos los que han de examinar a sus hijos para entrar en el “Club De La Oposición Aprobada” y darle el visto bueno. Así es que, a pesar de la crisis, mantienen su cena en el restaurante los sábados y fiestas familiares –con menús de crisis muy asequibles; siguen haciendo sus viajes al extranjero – Ahora mas baratos y con grandes descuentos. Compran los coches de nuevas ofertas. También, apartamentos en la playa de doscientos mil euros por menos de cien mil –de otros, contribuyentes, que no los pueden pagar -arruinados ; la ropa de la mejor calidad, de la que no se pagan ni los hilos y un largo etcétera de ofertas y rebajas ruinosas para el comercio, para las empresas y para el país y que tanto contento siembran entre cierta población irreflexiva, irresponsable e insolidaria.
Detrás de estos privilegiados de “oposición” están los nuevos sicarios –bien pagados vía subvención- de este siglo; el frente castrense en línea de ataque periodístico; los señores de los grandes silencios; de la desinformación y de la manipulación. Empresas ruinosas, que sin ayudas estatales no durarían ni un mes. Inductores a la ignorancia y patrocinadores del aborregamiento. No son otros que la clase periodística española. Que se encargan de mantener y perpetuar este estado de políticos y tecnócratas.
Y esta es, y no otra, nuestra realidad social. Más podríamos hablar de las grandes ventajas que supone el pertenecer a esa España –la del chollo- pero tampoco es cuestión de cargar las tintas o de generar odios. Baste decir que además las prerrogativas sucesorias para estas nuevas clases sociales, en base de continuidad, son muchas. Por lo que les seguiremos viendo en la cúpula –a ellos, a sus hijos y hasta sus nietos- por muchos años. ¡Y si no al tiempo! Como la cosa esta muy clara no me molestare en nombrarlos por su nombre corporativo. Póngales ustedes el nombre –que lo tienen bien clarito.
… ¿Y que pinta en todo esto Franco, Lenin o Marx –que en paz descansen-; la guerra del treinta y seis o las tumbas de fusilados España? Pues nada de nada ¿verdad?
… Pues ya vera como lo sacan otra vez, como causa principal de nuestras desgracias.