Esta pasada semana, los españoles recibimos una noticia muy deplorable y horrenda. 13 años después, el Tribunal Constitucional, ya totalmente controlado por el social-comunismo de Moncloa, se ha pronunciado sobre la legislación criminal vigente (aborto).
El ente jurídico de la calle Domenico Scarlatti de Madrid falló a favor de la ley de plazos que propuso el PSOE, con Zapatero, en sus últimos años. No se consideró que hubiera que derogar total o parcialmente ese texto.
Ergo, el exterminio abortista es más constitucional hoy que hace un año. Y sí, puede que, tal y como está configurada la politización usurpadora del poder judicial en España, se acabe allanando el terreno al infanticidio, al asesinato de recién nacidos.
Ahora bien, hay una trampa dialéctica y discursiva con la que se trata de justificar todo esto. Promueven la misma tanto quienes defienden a conciencia estas prácticas como quienes se niegan a defender el Bien y anteponen la complacencia de la siniestra izquierda.
Se nos dice que la legislación vigente «representa debidamente» el sentir de la sociedad, porque, al parecer, en palabras suyas, «en los tiempos que corren», la mayoría de personas defienden lo que, eufemísticamente, denominan interrupción voluntaria del embarazo.
Eso sí, quienes pregonan esto por no querer enfrentarse a los activos revolucionarios tampoco quieren hablar el tema. Tampoco quieren esforzarse en que haya una corrección del error que se da en esa supuesta mayoría social.
Es cierto que los cambios han de venir desde abajo, que lo eficiente es que exista el criterio bottom-up. Pero aquí no preocupa que no se esté reconociendo nada como definitivo debido a la «dictadura del relativismo» de la que habló Benedicto XVI.
Ausente está también el interés en informar a las madres gestantes sobre los riesgos del aborto y a la sociedad en general sobre la inmoralidad e insalubridad de esta práctica genocida. Hay muchas maneras de querer sacar el tema del debate.
Se trata de marginar toda esa relación de avances científicos que permiten corroborar mejor que el nasciturus tiene vida (este es el caso de la técnica del ultrasonido) y de mirar a otro lado ante el fenómeno de la cultura de la cancelación que se da en muchos ámbitos profesionales.
Encima, no hay compasión hacia aquellos que tienen miedo a defender el Bien y la Verdad puesto que podrían estigmatizarles. Sí, llamándoles «retrógrados», «fascistas», «carcas», «misóginos», «sujetos carentes de empatía»…
Se cree también que es un error hablar de la cuestión pro-vida ante problemas económicos como la inflación y la desaceleración en la creación de empleo, como si por eso también hubiera que dejar de hablar de otras lacras y males.
Y sí, otros utilizan lo de la mayoría como excusa. Pero lo que les interesa es que la regla de la democracia sirva para cuestionarlo todo, para atentar contra la verdad cristiana, para abrir la puerta a sus «verdades oficiales».
Esos que pregonan por activa lo de la situación mayoritaria son los mismos que no entienden que en ciertas convocatorias electorales, en función del país o de la región, se pueda validar al que controla la inmigración, al que sella la tumba del «wokeismo» o al que otorga más libertad fiscal relativa.
Con lo cual, no hay que tirar la toalla. Luego, si los mandamientos morales han de defenderse durante todo segundo de nuestra vida, no hay motivo para restar importancia al deber de cumplir el mandamiento que nos prohíbe matar.
Sin vida, no hay libertad ni nada más. Pero hemos de abandonar las estrategias utilitarias y cortoplacistas. Y sí, eso depende de la sociedad, a la que se le debe de encomendar una serie de tareas para que haya una condena tanto social como política del exterminio.
Hemos de orar por la moralmente corrupta soberanía política. Pero también, como sujetos de soberanía social con fueros individuales internos, hemos de presionar al poder político y fomentar que en las esferas de orden inferior se aborrezca esta práctica genocida.
El miedo nos hace esclavos. En este caso, condenando y poniendo en riesgo a las futuras generaciones. El Bien ha de defenderse sin tapujos (con todas las consecuencias, con la conciencia bien tranquila) y, por caridad, hay que ayudar al prójimo a que abjure del Mal.
Un comentario
De los 100.000 abortos anuales, el 97% es decir 97.000 no tienen nada que ver con los supuestos de violación, peligro para la madre o malformaciones en el neonato. Lo son por desconocimiento de los métodos anticonceptivos (ignorancia) es decir por su papo moreno pero luego nos hablan desde su supuesta autoridad moral e intelectual de infinidad de cuestiones sobre infinidad de temas de los que no tienen ni idea ni los sufren. Alguna vez tuve que oírles hablar de lo bien que funcionaba el sistema sanitaria cubano (con un par) y todos callados como en misa. Llaman revolución a sus golpes de estado