Si las palabras son reflejo de las ideas, no me cabe duda de que algo se cuece entre Zapatero y la ETA. Y lo digo a cuento de la polvareda levantada por las palabras de Mayor Oreja. Desconozco los datos en que puede apoyarse el parlamentario europeo. Con los que yo tengo, de mero lector de noticias de la prensa, a Mayor no le falta razón. Me explico.
Todos recordaremos la entrevista que hicieron a Zapatero en La Moncloa, el pasado 8 de marzo, Pepa Bueno, Juan Ramón Lucas y Ana Blanco. En el curso de esa conversación, el presidente del gobierno se refirió al pasado “proceso de paz”. Yo pensaba que, con el fracaso de ese mal llamado “proceso de paz” habíamos conseguido enterrar la dichosa metáfora. Pero he aquí que Zapatero la volvió a poner sobre la mesa, como si nada hubiera pasado. He de reconocer que me llamó la atención. Y me la llamó porque empleó de nuevo las expresiones de la propia banda: “tregua” y “proceso de paz”. Obsérvese que para el diccionario académico tregua significa “suspensión de armas, cesación de hostilidades, por determinado tiempo, entre los enemigos que tienen rota o pendiente la guerra”. Y algo similar implica alto el fuego, es decir, el implícito de que estamos ante dos ejércitos en lucha. Y, naturalmente, “proceso de paz” presupone que estamos en guerra, en conflicto. Quizá por eso estas expresiones son tan habituales en los comunicados de la banda terrorista. Léase, por ejemplo, el del 24 de marzo de 2006 cuando declaraba un “alto el fuego o tregua permanente”: “ETA muestra su deseo y voluntad de que el proceso abierto llegue hasta el final, […] superando el conflicto de largos años y construyendo una paz basada en la justicia”. Y utilizar el lenguaje de ETA es aceptar sus conceptos, asentir a sus planteamientos, dar por buena su estrategia. Mientras se siga hablando de “proceso de paz” y de “tregua” ETA tiene la sartén por el mango; y no puedo evitar el desasosiego de verme arrodillado ante la banda.