Alberto Ruiz Gallardón, a quien nombrábamos en el anterior artículo por no haber recibido a la Asociación de Ayuda de Víctimas del 11M y por negarles ayuda económica alguna, va a ser ministro de justicia.
Gallardón, que quiso pasar página en el discurso de oposición del PP y que por las reacciones suscitadas mandó a los juzgados a un periodista, será el nuevo ministro de justicia.
Gallardón, que alabó la instrucción de un sumario en el que no se esclareció siquiera por qué se destruyeron los restos del delito, que nos marearon con pruebas hoy declaradas falsas, que no llamaron a declarar a testigos importantes, que no exigieron ni siquiera una prueba científica de los explosivos utilizados…
Gallardón, que alabó esa instrucción, va a llevar bajo su brazo centrista la cartera de justicia. La voz seguirá siendo la misma: un timbre de resonancia entre gutural y nasal, de poca proyección, como si paladeara, calentándolas suavemente, las palabras, antes de dejarlas bien preparadas para su vuelo al micrófono o al corazón.
Ojalá me equivoque en el negro porvenir de la justicia española que, en esta hora de madrugada, vislumbro; en esta metafórica hora en que empieza el invierno. Ojalá me equivoque. Ojalá me equivoque de medio a medio. Por el bien de la justicia.
Menos mal que la Navidad nos convoca al portal del humilde entre los humildes. Hay mucho que meditar