Santiago Arellano: sacerdote, profeta, rey
Hoy he sabido de la marcha al Padre de Santiago Arelllano Hernández. Y me han venido a la mente y al corazón para definirlo las palabras de «sacerdote, profeta y rey». El no hubiera necesitado más explicaciones del por qué de mis palabras, y con su pico de oro y alma de poeta hubiera desarrollado una gran catequesis, una arenga, o seguramente todo a la vez.
Vivía la vida sintiéndose partícipe del sacerdocio real alabando al Padre. Y aunque estudió en los misioneros Paúles (como un servidor), no estaba llamado al sacerdocio ministerial (como un servidor), y si no que se lo digan a su esposa Maite, sus hijos Santiago, Pilar, Teresa y sus muchos nietos.
Vivió con dignidad real, sabiéndose heredero e hijo de Jesucristo Rey, siendo consciente de que no existe mejor nobleza. Y vivió esa realeza con la verdadera libertad en Cristo, no sometido a los poderes de este mundo, solo sirviendo a señor que no pudiera morir. Era de las personas más libres porque supo a quien servir. Sólo a Uno.
Pero quizá su carisma profético era el más evidente. El Espíritu Santo le bendijo con ese don de la palabra profética. La denuncia, la arenga, el pensamiento. Todo en él era una interpretación y lectura de los acontecimientos a la luz del Evangelio. Por eso sus pensamientos eran claves de teología de la historia pasada y el porvenir futuro. Supo responder a esos dones con sus mensajes proféticos, en su denuncia de una sociedad que se alejaba de Dios, pero también en su aliento a quienes más jóvenes queríamos «hacer» cosas.
Su interioridad estaba asentada en el sagrado corazón de Jesús desde donde fluía su vida y su «dejarse hacer». Fue un místico-carlista, un político-poeta, un disfrutón-irredento, un maestro-integral, un cachondo mental (como su íntimo amigo Miguel Garisoain) divertido como él solo. Un profeta activo en medio del mundo sin renunciar a ninguna batalla.
Hoy he sido consciente de su profunda generosidad, dedicando su sabiduría y servicio a tantos jóvenes que pudimos disfrutar de tantos dones como le habían sido regalados y que tan buen uso hizo de ellos. Por transmitir un Carlismo vivo y práctico, escuela de esperanza, amor, verdad y misericordia.
Gracias por dedicarnos tantas horas a tanta gente como maestro profético, pero también por compartir canciones de sobremesa, chistorra y vino tinto, tu versión profético-castiza (con permiso del vocablo).
Se nos va también un lector e inspirador de NavarraConfidencial. Ahora formará parte del club de los lectores triunfantes.
Gracias de corazón, por haber sido un testimonio de Cristo resucitado en tu vida. No creo que se pueda decir más.
4 respuestas
Gracias Adolfo!
Gran persona y gran católico!
Siempre le recordaremos
¡Gran acierto poner el obituario bajo el amparo de su querido San Miguel!
Llamarlo «sacerdote» me ha confundido: fue seglar.
*En el ritual del bautismo: (Recordar que una vez bautizados, somos constituidos en lo que es Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. De tal modo que también nosotros por el bautismo somos sacerdotes, profetas y reyes, obra que el Espíritu Santo va haciendo en nosotros …)
Sí, claro, era laico como dice el obituario 🙂 por lo que parece lo de «rey»no confunde. El del sacerdocio ministerial es su hijo.
Gracias por su vida de gloria y alabanza,