El reciente fallecimiento de don Carlos Hugo de Borbón-Parma está generando en la prensa nacional e internacional una serie de noticias y comentarios acerca del carlismo que pueden resultar, en parte, contradictorios y confusos. Ante esta situación, la Junta de Gobierno de la Comunión Tradicionalista Carlista, organización política que agrupa a la mayoría de los carlistas, se ve obligada a realizar las siguientes declaraciones:
1º. Don Carlos Hugo llegó a ser, en los años 60, una verdadera esperanza para muchos carlistas y españoles. Pero aquella ilusión se vió frustrada cuando don Carlos Hugo, adoptando una posición política incompatible con la ortodoxia carlista condensada en el lema de «Dios – Patria – Fueros – Rey», encabezó una grave desviación ideológica de la que nunca quiso rectificar. Este hecho, sumado a otros que sería complejo resumir, provocaron una grave crisis en el Carlismo que empezó a ser superada en 1986, gracias a la reconstitución de la Comunión Tradicionalista Carlista. En la actualidad no existe ningún vínculo político entre el carlismo organizado en esta Comunión y la familia Borbón-Parma.
2º. A la hora de la muerte no hay adversarios. El alejamiento en lo político que acabamos de describir no impide que los carlistas, a título personal, y en virtud de unos lazos afectivos, se unan a la familia Borbón-Parma en el dolor por esta pérdida elevando oraciones por el eterno descanso del difunto.
3º. Como responsables de la Comunión Tradicionalista reafirmamos, una vez más, nuestras convicciones monárquicas y legitimistas. Consideramos que la monarquía católica tradicional es el régimen político que más conviene a España. Pero no podemos reconocer la legitimidad de quienes han manipulado la institución monárquica poniéndola al servicio de la revolución. En consecuencia, la actual orfandad dinástica que sufrimos junto a todos los españoles no nos exime del deber de trabajar por una sociedad tradicional, para que un día, cuando Dios quiera, sea posible un rey tradicional. A esta tarea social y política convocamos a todos los españoles de buena voluntad.
JUNTA DE GOBIERNO DE LA COMUNION TRADICIONALISTA CARLISTA: María Cuervo-Arango (presidenta), Javier Garisoain (secretario general), Domingo Fal-Conde, Carlos Ibáñez Estévez, Carlos Ibáñez Quintana, Enrique Izquierdo, Javier López, Javier Zazu, Félix Zorrilla, Jesús Blasco, José Fermín Garralda, Conrad López, Manuel Onrubia, Carlos Ram de Viu y Jose María Salvo
Un comentario
EL CARLISMO, NI EXTINGUIDO NI RESIDUO. SU MIRADA HACIA ADELANTE
Dejemos con calor familiar y respeto a los difuntos. Encomendemos a todos, en este caso a don Carlos Hugo, a Nuestro Señor Jesucristo. Así lo creo.
Ahora bien, la opinión pública exige unas precisiones. En «Diario de Navarra» (19-VIII) don Carlos Hugo aparece como un reformador del Carlismo. Pues bien, el término reformador no se adapta a la deriva huguista hacia el socialismo, que lógicamente ha conducido a sus seguidores de ayer a un estrepitoso fracaso y a quedar al borde de la extinción. Un Carlismo sin Dios-Patria-Fueros-Rey no tiene sentido. En efecto, no hay misterio que resolver. Lo digo porque para alguno que ha declarado últimamente en prensa, la postración y casi extinción que dice de los carlistas es un misterio. Siempre se concibió la tradición como un renovar conservando y un conservar renovando. Dejar la raíz, ¿no es matar la planta?
Nada de inmovilismos ni de dialécticas, pues separar tradicionalismo y Carlismo es un error, al igual que establecer una dialéctica entre ambos. Resalto que la Regencia Nacional Carlismo de Estella disuadió a los carlistas ir a Montejurra en 1976 («El Pensamiento Navarro», 7-V). El mismo J. C. Clemente, seguidor de don Hugo, identificó, tras los luctuosos sucesos de 1976, una tercera vía para los carlistas. Por otra parte, el diario liberal «ABC» identificó a los que él llamaba nostálgicos: «quizás el grupo más representativo del viejo carlismo sea la denominada Regencia de Estella» (16-V-1976). A diferencia de sus seguidores, que seguían activos en la alta política, otros muchos carlistas se quedaban en sus casas.
De cara al presente y futuro, hay hechos que no pueden soslayarse. No se puede ningunear a los callados y sufridos carlistas, fuese cual fuese su procedencia, que no siguieron a don Carlos Hugo ni a su hermano don Sixto. Dichos carlistas se han presentado a las elecciones de 1994, 2000, 2004 y 2008. En España obtuvieron muchos más votos que el llamado partido carlista.
No se trata de aprovechar una luctuosa ocasión, como el fallecimiento de don Carlos Hugo, que exige el respeto. Ruego al lector tenga en cuenta lo dicho, porque el Carlismo, el movimiento más antiguo de España, bien lo merece. No está extinguido, ni es un residuo, y además mira siempre adelante con renovada entrega y responsabilidad.
Ramón de Argonz