Decadencia

Por primera vez en Navarra (y en España) ha habido más muertes que nacimientos este semestre. Importante cambio. Los políticos del «kanbio» pueden estar satisfechos. Para que este cambio se consolide y progrese, nada mejor que aumentar los abortos y suicidios (ley de eutanasia). Y para asentar bien las cosas, empezar en la escuela y continuar la educación progresista de los adultos con los medios de masas: por un lado docilidad, igualdad: todos dentro del rebaño de lo políticamente correcto, no destacar ni esforzarse más que los demás. Por otro, educar al Yo de modo que tenga vocación de señor, que exija derechos y rechace deberes. Un Yo muy egocéntrico es básico para este progreso. El Yo ha de ser señor de la vida y de la naturaleza. Ha de imponer su voluntad: abortar cuando le plazca y decretar que el aborto es bueno, saludable, derecho inviolable. Y exigir su derecho a acabar con su vida cuando guste. Imponer que el suicidio (la eutanasia) es bueno, un acto de libertad del Yo, también un derecho. Y como guinda, la ideología de género: ¿qué es eso de que el Yo deba someterse al sexo que le da la naturaleza? Ni hablar. El Yo señor exige su derecho a darse la sexualidad que le plazca. 

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El Yo que no quiere deberes rechazará tener hijos porque tenerlos es cargar con obligaciones fuertes. Así que a desacreditar la maternidad y la heterosexualidad, y a fomentar la sexualidad no reproductiva. Y puesto que un perro genera menos obligaciones que un hijo, mejor perros que hijos. La atadura de sacarlos es a fin de cuentas también liberadora del tedio vital. Podemos además tratar al perro como si fuera una persona y creernos siempre los dioses del perro (con el hijo ese chollo se acaba en cierto momento). ¿Hay algo más grato para un Yo egocéntrico que ser adorado, ser dios para alguien además de para sí mismo? 

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Conviene también que el Yo sea muy hedonista, que rechace el sufrimiento, el esfuerzo, y exija el placer, lo fácil. Trabajos cómodos, bien pagados, seguros. Mejor un seguro de paro que un trabajo duro y exigente. Los trabajos duros, para los inmigrantes. Que vengan. No somos Rusia, Polonia, Austria, Arabia Saudí … Y que sean ellos los que tengan hijos; y si son musulmanes mejor. Así no se integrarán en el odiado cristianismo que niega al Yo señor («el que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo»), y que irá desapareciendo con la educación progresista y el progresista cambio demográfico. 

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Nada de pensar en el futuro sino en lo inmediato. Exigir el derecho a que el Estado nos lo pague todo: educación, sanidad, vivienda, entretenimiento … ¿Que gastamos más de lo que tenemos? No pasa nada. Se crea un derecho nuevo: el derecho a que la burbuja de nuestra deuda crezca indefinidamente sin explotar nunca. ¿Qué político se atreverá a negarnos un derecho tan básico? ¿Y si hay enemigos que quieren acabar con nosotros? Vale, tengamos un ejército, pero mejor que sean soldados los inmigrantes. La vida del soldado está cargada de obligaciones, su Yo no puede ser señor, estar por encima de todo, han de estar dispuestos a sacrificarlo. Nuestro Yo señor no la soporta. Nada de arriesgarlo o sacrificarlo por los demás o por una causa superior, porque nada hay superior a mi Yo divino y adorable. Nuestro lema ha de ser el de Lucifer: «No serviré».

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Pero hay muchos casos en los que la educación que hemos esbozado ha fracasado. Hay muchos que se han esforzado, que son competentes, creadores, autoexigentes, se sacrifican y no son absolutamente egocéntricos. ¿Qué hacer con ellos? Que trabajen y se esfuercen y hagan posible así nuestro bienestar. Pero que no se metan en política, que no cambien la política que nos lleva a la decadencia y al suicidio. Ha de seguir en manos de Sánchez, Rufián, Iglesias, Ainhoa Aznárez, Maiorga Ramírez, Marisa Simón, Uxúe Barkos.

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Rafael Berro

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