Resulta sorprendente la de debates que el Presidente Rodríguez Zapatero ha abierto y esta dispuesto a abrir. Ya es conocido que decía Napoleón, (¡vaya usted a saber lo que Napoleón decía!), que cuando no se quiere que se resuelva un asunto lo mejor es crear una Comisión, claro que Napoleón no conocía al señor Rodríguez que le ha superado. Este le remeda: “cuando estés apurado o no sepas que hacer, quieras armar lío, o tapar tus vergüenzas, abre un debate”. Esta funesta forma de gobernar en contra de todo criterio, de rigor, solo lo soportan los políticos-funcionarios, mediocres o arribistas, o que, aun siendo listos, se les coloca en la cartera equivocada. No hace falta señalar.
España, tranquila y equilibrada desde la transición por el paradigma del consenso, ha sido inquietada en todo su ser, su pensamiento, su historia, trayendo a debate asuntos ya resueltos por los ciudadanos como la lucha de clases, el bienestar social, el anticlericalismo, el modelo de Estado. A pesar de ello ha abierto el debate por las tumbas, por el concepto de nación; debate por los crucifijos, por la libertad religiosa por el aborto libre; debate por las pensiones, por la inmigración o por la energía nuclear, Cualquier tema le sirve para sentirse moderno, gótico, progre, pero parece ser que ya no le sirve, pues todo el mundo le presiente como un chiquilicuatro y a propios y extraños les hace pasar vergüenza.
Hoy sale para rezar a ningún Dios, representando a una España (Europa le viene grande) cuya sociedad es mayoritariamente creyente y tolerante con otras religiones, y que las manifestaciones publicas religiosas están en el acerbo popular de derecha e izquierda tolerantes. Temiendo estoy de que meta la pata y estoy muy curioso el párrafo de la Biblia que ha elegido para leer.
La sociedad española no necesita debates abiertos sino buena gobernanza y si un tema como la seguridad social, tema puramente demográfico técnico y actuarial, hay que resolverlo en el Pacto de Toledo, lleve allí las propuestas, sin improvisar y no irrite antes de tiempo.
¡Ay! Donde estará el estadista que regenere el quehacer político con altura de miras. Pero…¿Podremos pronto los electores opinar en las urnas? Nos encontramos en estado de necesidad