Las movilizaciones de una parte de los profesores por el aumento lectivo, me temo, no van a tener mayores consecuencias. Y la razón es que, en líneas generales y salvando excepciones que todos conoceremos, la educación de secundaria y bachillerato es, para muchos, un servicio en el que no brilla la excelencia. Sigue habiendo, cómo no, alumnos probos, maestros entregados y un largo etcétera, pero el etcétera de despropósitos es largo también y la educación se ha politizado tan convenientemente por la izquierda (con el beneplácito temeroso de la derecha) que es difícil siquiera establecer un debate realista. El PP, por ahora, ha anunciado poco más que un aumento de un año del bachillerato.
Todo empezó en Rousseau, probablemente, y en ese concepto de pastor de almas que debía ser un preceptor, pulido en el siglo XX con el constructivismo y su educación significativa. A la postre, nos hemos hecho la boca agua mirando el ombligo del alumno y tal vez el nuestro, pero nuestros pupilos salen con una preparación harto insuficiente. Y la sociedad no va a defender las exigencias de un sector que no aporta valores de esfuerzo, sacrificio y calidad en los momentos difíciles. A los empresarios y autónomos que ven arruinarse sus talleres les indigna que los profesores protestemos por un aumento de dos horas lectivas, por mucho que también las llamemos «taller de lengua» o «taller de matemáticas».
Yo no parto de una comparación de los recursos utilizados para construir el TAV y la educación pública (comparación que me parece muy necesaria). Pero procuro apelar primero al sentido común, para poder proveerme de razones. Que me dejen dar 20 horas lectivas, de acuerdo, pero en condiciones académicas aceptables, sin entelequias de mínimos ni porcentajes de aprobados presionando. Ni papeleos absurdos en que se me pide justificar las competencias lingüísticas de la clase de matemáticas. Ni claustros en que se me cuenta que el gasto de la calefacción es una barbaridad. Y que se dé prestigio a la autoridad, porque los alumnos, a la larga y a la corta, te agradecen que seas serio cuando hay que serlo y mandes callar a los pelmazos. Eso ha sido así toda la vida.
Por supuesto que de este artículo se pueden sacar muchas conclusiones, como decir que soy un enemigo de la escuela pública, que han llegado a decírmelo, y desde altas instancias sindicales. Sin restar la responsabilidad de una sociedad que, en líneas generales, ha dejado la educación como un asunto menor, mi opinión es que que sólo la excelencia académica (que no excluye la humana) hará verdadera presión y en ese frente los profesores llevamos paralizados demasiados años.
2 respuestas
¿Cuando vamos a escuchar a algún maestro comentar el 30% de fracaso escolar? Solo se quejan del aumento de horas lectivas, por cierto firmado por ellos mismos en su contrato laboral. ¿Qué empresa aguanta un 30% de mala producción? Imaginense que la VW tuviera que rechazar 30 de cada 100 coches que fabrican: ¿donde estaría ahora toda la dirección y la fábrica de VW?
En mala hora nos metió la LOGSE Felipe González.
Me uno a Pakiyo. ¿Dónde estaban todos estos camisas verdes cuando bajaban las calificaciones de los alumnos, cuando los informes PISA retrataban una mala inversión en educación, cuando ninguna universidad española está en la élite, cuando se progresaba adecuadamente para pasar de curso sin tenerlo todo aprobado, cuando se dejó de enseñar temprano a leer?
Será que es un verde sandía, verde por fuera y rojo por dentro….que cuando pasa el tiempo se pasa a un color pardo…y ya tenemos otra vez camisas pardas desfilando en marchas. Horror.