De cara a las negociaciones post-electorales, como es sabido, la formación de centro-izquierda Ciudadanos no ha estado en ningún momento desposeída de la llave de la gobernabilidad (en muchas regiones y municipios). Bien de paripé o en realidad, mientras que en algunos lugares el PSOE ha tenido finalmente mayor prioridad sobre el PP ha habido rechazo a VOX.
Pero esas cuestiones no son el quid de este artículo aclaratorio. La cuestión respecta a ciertas actitudes de la clase política francesa, precisamente, de esa facción que es aliada comunitaria y extranjera de la formación naranja: el presidente Emmanuel Macron y el ex Primer Ministro Manuel Valls (alcaldable fracasado en la capital de Tabarnia).
Esos individuos galos, con la excusa de alejarse de los «nacionalismos y populismos» así como de la «extrema derecha», han venido exigiendo a Albert Rivera que no consintiera que sus subordinados no alcanzaran acuerdos con la formación de derechas de Santiago Abascal (no obstante no han dicho lo mismo respecto a Pedro Sánchez y PODEMOS).
Advirtieron con la ruptura de relaciones con la formación naranja, incluso con su expulsión del grupo europeo (no ha ocurrido lo mismo en Estonia, donde el Keeskerakond no ha tenido reparos en formar gobierno con el respaldo de la derecha identitaria, ni en relación al PNV, defensor de un nacionalismo excluyente, «heredado» de Sabino Arana).
Incluso una miembro del gobierno francés (la secretaria de Estado de Asuntos Exteriores, Amélie de Montchalin) se metió en el asunto concerniente al mismo partido que, en Melilla, ha apoyado a un partido que representa a la población musulmana, rompiendo, por ende, con las otras dos opciones favoritas de la «derecha sociológica» (PP y C’s).
Entre quienes, sin ninguna duda, no ven de recibo esta actitud de ciertos políticos franceses, hay diferencias en cuanto a la perspectiva de precisión analítica. Unos se remontan a ciertos antecedentes históricos decimonónicos mientras que otros inciden más en la clase eurocrática, ambos factores que «amenazan» contra la soberanía española.
Napoleón Bonaparte iba más allá de imponernos políticas afrancesadas
Hace un siglo, prácticamente, se desarrollaron las llamadas «guerras napoleónicas». El 2 de mayo de 1808 estalló la Guerra de la Independencia española, con un levantamiento popular en Madrid como reacción destacada frente a la amenaza invasora del Imperio francés, bajo Napoleón Bonaparte. Reino Unido y Portugal estuvieron del lado de nuestro país.
Esta guerra finalizó seis años después, saldándose con la derrota de unos franceses que querían fulminar la independencia de la Corona Hispánica. Ahora bien, aunque la ingenuidad o la desinformación no nos permitan apreciarlo y detectarlo, en 1812 se aprobó una Carta Magna en Cádiz que viene a ser una impresión de los valores de la Revolución Francesa: positivismo y secularismo.
Emmanuel Macron es el «ojito derecho» de la eurocracia
La eurocracia bruselense, cada día más protosoviética, tiene entre sus esenciales componentes a los jefes de Estado de dos países europeos que forman una especie de eje: Emmanuel Macron y Angela Merkel. Hablamos del llamado «eje franco-alemán» y, mientras que el Estado teutón «tiene mucha determinancia», el chico de la banca de Rotschild es bastante «agraciado» y «mimado» en esas esferas.
A la vez sabemos que los intereses ideológicos son compartidos. La CDU y En Marche! forman parte del establishment progre-socialdemócrata europeísta o eurocrático. Todos comparten el mismo interés en anular las soberanías nacionales, reforzar en medios a la burocracia bruselense y avanzar en el proceso de descristianización.
Pero se da a su vez esa casualidad histórica. Lo mismo ocurre en Polonia, a cuyo principal partido de la oposición política (la centro-izquierdista Plataforma Cívica a la que pertenece Donald Tusk) se le atribuye una buena sintonía con una Alemania determinante en la eurocracia. A lo largo de la historia, este país vecino ha amenazado su independencia política, y tiene medios que le difaman en ciertas cuestiones actualmente.
Más que ciertas enemistades históricas pesan la masonería y el sorismo
Las instituciones eurocráticas cuentan con el más absoluto respaldo de entes del Nuevo Orden Mundial (NOM) como la masonería, clave en la promoción de ideales de corte totalmente marxista. También les respalda el mal llamado «filántropo», cuyo nombre es George Soros (este individuo promueve iniciativas socialistas, abortistas, feministas, antioccidentales, laicistas, multiculturalistas…).
Por lo tanto, ya finalizando, tengamos presente, al menos bajo mi punto de vista, que más que una intención de ser Emmanuel Napoleón, existe un compromiso eurocrático en pro de un Estado Único centralizado, masónico y socialista, de modo que VOX no deja de ser visto por ellos como un escollo, igual que ocurre con Viktor Orbán y con el Estado polaco.