Ha comenzado el partido. El Congreso, árbitro, juez y parte, ha dado la señal después de 300 días de calentamiento y dos salidas en falso. Ahora va en serio. Ya no caben mensajes populistas, ni ensoñaciones sin fundamento, ni ocurrencias de fin de semana, ni hojas de ruta vacías o inconsistentes.
Quizá sería más adecuado, en este símil, manifestar que ha comenzado la navegación del barco, llamado España, para llevarlo a un buen puerto, tras una travesía de cuatro años que se aventura difícil, complicada y tormentosa. Es preciso tomar el rumbo preciso para anclarlo al abrigo de indeseadas crisis económicas. Para dejarlo bien fondeado, a sotavento de los vientos indeseables del paro, liberado de los bajíos traidores del déficit y las amenazas de la deuda pública. Bien protegido de los nubarrones amenazantes de la ruina de la caja de las pensiones, de las zozobras de un sistema educativo que no acaba de concitar ilusión colectiva, beneficiado de políticas sociales eficientes capaces de sortear las dificultades sociales y personales de sus variopintos viajeros. Bien alejado de la aviesa carcoma y silenciosa podredumbre que lo amenazan de fragmentación y hundimiento en la ciénaga del mayor fracaso y desprestigio internacional.
En los partidos deportivos hay dos contrincantes enfrentados el uno al otro, ambos con deseos contrapuestos de provocar la derrota inmisericorde del contrario; cuanto mayor goleada mejor, piensan. En el transcurso del lance deportivo caben las zancadillas, las patadas a la espinilla, los disimulos, las deslealtades, las trampas, las marrullerías. En la navegación sigue habiendo dos opositores pero el punto final de la boga es el mismo para las dos, si ambos desean lo mejor para el barco, para España. Ambos se sientan en bancos distintos de remeros. Unos, en el de la derecha. En el caso de la simulación a la que hemos recurrido, son los 137 diputados del PP. Otros, en el de la izquierda, los 84 del PSOE y los 32 de Ciudadanos y cuantos otros que, de buena fe, se sumen para remar juntamente en la buena dirección. Solo quedan autoexcluidos los que buscan con descaro la zozobra y el hundimiento del barco, los que desprecian el sistema político que ha suscitado el mayor desarrollo social y económico de Europa, los que abogan por otro, por contrapunto llamado antisistema, fracasado en todas partes donde se ha aplicado. Quedan también fuera los que procuran, por encima de todo, su único interés. Unos y otros están incapacitados para ejercer la oposición; solo pueden hacer la cusqui.
El barco tiene un piloto que pertenece a la bancada de la derecha, pero, en esta navegación, sólo con su remar y el de sus diputados el barco surcaría en círculos. Bien lo saben quiénes en alguna ocasión han remado. Para corregir la deriva y alcanzar el rumbo adecuado, requiere la colaboración, se llama oposición, de la justa y medida fuerza remera de la bancada de la izquierda. A partir de ahí, con buen ritmo, coordinación y armonía, función que correspondería fomentar al Presidente del Congreso, a la Mesa que preside y a la Junta de Portavoces, España avanzará.
Por esto, no se puede confundir oposición con negación. Niegan los que desean la zozobra y hundimiento, los que no desean que el barco progrese. Se oponen responsablemente los que, con firmeza leal y fuerza adecuada a su responsabilidad política proponen, contrarrestan, sugieren y matizan. Los remeros de la bancada izquierda se oponen a los de la derecha, pero lo mismo sucede con los de la derecha respecto de los de la izquierda. Entrambos se alcanza y se sigue el rumbo del timonel al ritmo que marca el aulete. No caben imposiciones de unos sobre otros, pues en tal caso se navega desordenadamente, en zigzag, a ninguna parte; unas veces hacia la izquierda, otras hacia la derecha. Si la fuerza de una bancada se impone a la de la otra, la navegación se hace imposible. Iniciada la navegación, no tiene sentido, en verdad nunca lo tuvo, el no por el no, sino el no para el sí. En la oposición no tiene sentido amenazar con no aprobar los presupuestos, ni imponer férreamente unas posiciones o aplicar políticas mordaza. Los acuerdos siempre son agridulces; deben crear insatisfacción en las partes negociadoras. La oposición requiere responsabilidad, firmeza, coordinación, lealtad y voluntad de encontrar acuerdos.
Con todo, no olviden los remeros, de por sí olvidadizos, que los viajeros del barco somos los españoles, no sus partidos ni sus militantes y que la estabilidad del barco y su gobernabilidad se consigue golpe de remo a golpe de remo. Los viajeros premian o castigan a quienes le han facilitado una travesía tranquila, correcta y fructífera, téngalo en cuenta.