Me fastidia la palabra auténtica. Me fastidia auténticamente la auténtica palabra auténtica. Su proliferación es un síntoma de que la mentira ha crecido demasiado. Me refiero a la mentira auténtica. Pero debo recurrir a su uso porque nunca han existido, sobre el papel, tantas asociaciones como ahora. Asociaciones falsas, muertas, acartonadas. La mayoría están inactivas. Y las que hacen algo son como polluelos boquiabiertos en espera de una subvención regurgitada. La mayoría no son asociaciones de verdad, con socios, con asambleas, con voluntarios, con dedicación altruista del tiempo libre.
Son, en el mejor de los casos, entidades prestadoras de servicios. Pseudoempresas colaboradoras de un estado acaparador. Hongos que han crecido en la sombra húmeda que nutren las migajas del sistema. Son una apariencia de democracia. Y de alguna forma, seguramente sin desearlo en el fondo, justifican con su forma de agonizar los tentáculos caprichosos del régimen. ¡Qué pocas asociaciones auténticas quedan!. ¡Y cómo sufren sus últimos defensores independientes!. Internet y el asociacionismo virtual han venido a complicar el panorama. ¿Serán una tabla de salvación para tanto náufrago? Hay pequeños grupos de facebook más activos que cofradías milenarias. ¿Lograrán dar el paso necesario para convertirse en el tejido social sin el cuál estamos tan desnudos?
Un comentario
Qué razón tiene D Jerónimo.
Sin duda eso tiene muchas razones que nos afectan personalmente, a nuestro sistema educativo, a nuestro sistema de creencias.
Urge que comencemos a cambiar, a remover las cadenas que nos entorpecen y hacen que fracasemos. Cuente conmigo para eso.