Ahora que estamos en la época más pacífica, benéfica y típicamente familiar del año está muy bien que abramos el debate de la denominación de eso que los progres han dado en llamar «violencia machista» o «violencia de género». Una nueva ministra ha hecho temblar de rabia a los fanáticos del igualitarismo feminista, a los funcionarios y agentes presuntamente expertos en igualdad, al utilizar el incómodo eufemismo «violencia en el entorno familiar». No es que me parezca mal del todo pero creo que se trata de una expresión incómoda, muy larga, y demasiado floja, cuando de lo que se está hablando es de crímenes pasionales o incluso de parricidios.
Desde mi punto de vista hablar de crimen pasional, además de ser más «literariamente correcto», sería mucho mejor en la mayoría de esos sucesos lamentables. Porque para empezar el crímen, por definición, siempre es reprobable cosa que no sucede con la violencia. Existen violencias buenas, legales y justas. Además lo pasional, cuya expresión más típica son los celos, alude al complejo -pero limitado- mundo de las pasiones, no siempre familiares ni conyugales, en las que el amor-odio arrastra a la voluntad hasta cometer «una locura».
Para los demás casos de «violencia en el entorno familiar» con resultado de muerte es absurdo que perdamos el tiempo buscando eufemismos idiotas. Matar a un pariente directo tiene un nombre desde hace dos mil años: parricidio.