Una de las cosas que menos me gustan del actual panorama económico es que no oigo a nadie contarme cómo serán las cosas cuando salgamos de la crisis. Ni siquiera el mismísimo ZP-Houdini nos aporta detalle alguno. No se si después de las turbulencias es imaginable que todos podamos resurgir más ligeros y libres que antes o si esa "moralización del capitalismo" que propugnan los poderosos y sus banqueros de cabecera puede conllevar otra cosa que no sea más control, más inspección y más poder para ellos.
Y es que a mi modo de ver -a la espera de las recetas que aporte el Consejo de Ancianos- no hay mas que dos caminos que se puedan tomar no ya como gobiernos sino como sociedades. O bien decidimos que la crisis es cuestión de los políticos y sus logias y entonces aprovechamos la situación para huir hacia adelante y fortalecer todavía más la tiranía, el estado, la burocracia, el centralismo y la politización de todo. O bien optamos por devolver el protagonismo a la sociedad, a las familias, a la gente, recortando impuestos y adelgazando a la administración. En este segundo caso no tendríamos más remedio que decir: "Que sea lo que Dios quiera". Castiza expresión que, bien mirado, no se aleja tanto de nuestro: "Benedictus Dominus Deus meus".
Jerónimo Erro