Soy muy escéptico con los premios, con todos los premios, especialmente con los oficiales que conllevan desembolso de dinero público y autobombo de las autoridades dadivosas. Igual si me lo dan a mí me hago cínico en vez de escéptico. Pero no. Por ahora lo que pienso es que son absolutamente prescindibles. Y más en tiempos de crisis y recortes.
Me ha parecido muy curioso el cambio de última hora que se ha producido en la concesión del Premio Principe de Viana a la Cultura. El pobre Renzo Piano no podía pasarse por Navarra para hacerse la foto y recoger el talón así que se queda sin premio y sin chauchas. Realmente se lo merecía -según el jurado que yo no pongo la mano en el fuego por su arquitectura- pero ya se entiende que dejar vacante y sin lustre el acto de entrega, las fotos, los discursos, el glamour foral, sea un fallo imperdonable en una fotodemocracia.
Por otra parte me alegro de que el premiado finalmente sea don Faustino Menéndez Pidal. Una sociedad que se toma en serio la heráldica evitará caer en cazas de brujas irracionales como la fiebre antifranquista que padecemos ahora. A lo mejor don Faustino nos puede explicar, por ejemplo, como es eso de que se prohíba la Cruz Laureada de San Fernando si Navarra nunca ha renunciado expresamente a ese honor.