No me digan que no es triste arreglar las cosas sólo para que las vean las visitas. Es como si nos limpiáramos la cara por el qué dirán. Que los ateos más ateos digan que bueno, que hay que remozar la fachada de la catedral de Pamplona -o el techo de la ermita de San Juan de Alsasua- para que los turistas hagan más fotos entra dentro de lo razonable. Pero que personas que creen que esas piedras forman un templo consagrado no se atrevan a decirlo en público con normalidad es un síntoma de que esta democracia está muy pachucha. ¿Por qué no lo dicen? ¿De qué tienen miedo? ¿No hay libertad de expresión? Navarra está llena de templos con necesidades materiales y de cristianos con carencias espitiruales. Cada vez que toca mover una teja se proclaman las descripciones eruditas del Catálogo Monumental como si fuera la biblia, pero pocos de esos que se dicen cristianos son capaces de explicitar, tal como piensan, que quisieran tener un buen edificio religioso simplemente porque hay que amar a Dios sobre todas las cosas y santificar las fiestas. Podría haber dedicado estas líneas a reclamar más dinero foral para las iglesias y ermitas de Navarra, pero el dinero nunca ha sido el problema. Cuando se levantaron todas esas paredes eramos mucho más pobres que ahora. Y puede que más honrados. Jerónimo Erro