Pero a este otro público digamos más consciente, más responsable, que se preocupa, se le nota nervioso, tenso, por no decir… crispado. Hay personas que con la que está cayendo se plantean votos de castigo, o votos de apoyo desesperado, y se aferran a la papeleta como si de verdad fuera el suyo el voto de la mitad mas uno que arreglará el mundo. Como si en vez de un simple y puñetero voto tuvieran en su mano una bula papal, o una resolución de la ONU.
Vamos a ver. ¿A qué viene tanto nerviosismo ahora? Háganse a la idea: ni siquiera una victoria de UPN-CDN el 27-M va a poder ocultar el hecho de que nuestra sociedad navarra está profundamente dividida. Es más, que está envenenada por el nacionalismo, y que el presunto antídoto o es un placebo o es un fraude porque no hace sino retroceder social y políticamente.
Tengamos la cabeza fría. Miremos un poco más allá. Preguntémonos: ¿cómo hemos llegado a esta situación en la que parece que se nos obliga a ser -sin matiz alguno- o vasquistas o españolistas? El dilema de Navarra no puede ser o SI o BAI. Son dos palabras que siempre han significado lo mismo. El dilema auténtico que amenaza nuestra misma unidad tiene que ver con la famosa identidad de Navarra y se va a dirimir a lo largo de todos los días del año, y no en estas elecciones.