NAVIDAD Y FAMILIA Es algo tan evidente que es posible vivir sin verlo. La Navidad no es sólo un Niño que nace. También es una Familia. La Sagrada Familia de los Belenes eleva a la sufrida familia de cada día a la categoría de protagonista. Y es muy bueno que así sea. Al menos una vez al año. Al menos para que alguien lo vea y se de cuenta de hasta qué punto es importante que la sociedad y los políticos reconozcan que la familia existe, con todas sus consecuencias. No sólo para calcular el censo, como el César. Y no sólo para consumir «familiarmente» estos días de cambio de año. Y, desde luego, no como Herodes, para asesinar a los niños «no deseados». Hay que reconocer que la familia existe. Que cada trabajador tiene detrás una familia; que cada inmigrante tiene una familia que quiere «reagruparse»; que la economía y la fiscalidad han de volver a tener un punto de vista familiar. Y aún diría más, porque la participación democrática más ecológica no es la que ejercen ciudadanos aislados, sino las personas que permanecen atadas entre sí por lazos misteriosos. Familias sagradas e invisibles que reclaman su derecho a existir. Gente que vuelve a casa por Navidad. Jerónimo Erro