LOS PRÓXIMOS Y LOS CONTRARIOS

LOS PRÓXIMOS Y LOS CONTRARIOS Ahora que los católicos estamos saliendo del armario -el de Narnia por supuesto- tenemos que aprender algunas cosas para funcionar por la vida pública. Y a lo mejor tenemos que aprenderlas de quienes durante demasiados años se han enseñoreado del mundillo político-mediático-cultural sin que les hayamos hecho mucha competencia. Los activistas izquierdistas-laicistas-batasunos no suelen perderse en tantos rifi-rafes vecinales. Tienen la costumbre de atacar al campo contrario sin importarles la compañía. Por eso son especialistas en crear coordinadoras, plataformas, asambleas y movidas varias que salen adelante sin necesidad de molestar a los más próximos. Fijense, por ejemplo, en la auténtica ternura con que los aralaristas son capaces de defender a sus hermanos (“de sangre”) batasunos. O cómo han sido capaces peneuvistas y euskoalkaltasunistas de cerrar filas superando roces familiares. O cómo han surgido cuando han querido una constelación de coordinadoras (antimilitaristas, feministas, abortistas, aberrosexualistas o pseudoecologistas) capaces de llamar la atención y dar la brasa de forma totalmente complementaria. Los católicos, en cambio, andamos todavía con ese típico complejo de “a ver qué van a decir si me ven acompañado de este”. Gente “de orden” al fin y al cabo, somos demasiado sensibles a la voz de mando del que más grita, o del que más dinero tiene. Y en vez de hacer cada uno, con libertad, lo que creemos… En vez de coordinadoras que nos coordinen, hacemos rebaños en los que no nos importa, a cada grupo o a cada uno, sacrificar nuestra propia identidad. No es bueno renunciar a la propia identidad. Se pierde frescura. Se pierde vigor. Se pierde ilusión. No tiene sentido ni resulta al final eficaz diluirse en una amalgama amorfa para que finalmente sean los mediocres quienes se lleven el gato al agua. Nos está costando, pero lo acabaremos aprendiendo. Y seremos como las ramas de un árbol que aunque parezca que se entrecruzan, al final, sirven para ensanchar la misma copa. Un día de estos seremos capaces de luchar todos juntos por un objetivo, cada uno siendo lo que es, y sin preocuparse -al revés, alegrándose- de coincidir en ese objetivo concreto con otros grupos o personas. Jerónimo Erro

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