Ojalá en vez de impuestos fueran voluntarios, o al menos que tuvieran un toque festivo o épico en plan auzolan. Si fueran menos, o si pudiéramos verlos mejor empleados tal vez entonces daríamos con más alegría nuestro beneplácito al fisco. Pero es que esta sensación de ver al servidor público barriendo con tanto ahínco para que se dilapiden luego nuestros sudores en carteles de propaganda, en moquetas o en subvenciones absurdas es cabreante. Ya se que publicanos y pecadores recaudadores los ha habido siempre y que es ley de vida. Pero en proporción, aunque ahora aparezcan unos más amables que el sheriff de Nothingham y otros más eficaces que Faraón, es evidente que la proporcionalidad se ha salido de madre. No me consuela lo más mínimo saber que en otras latitudes andan aún más exprimidos. También se que hay hombres mancos y sin piernas. Y atención, por cierto, a esa cantinela demagógica de cobrar más a los más ricos, a los emprendedores, a los empresarios… porque bien pudiera suceder que con tanta insistencia algunos jóvenes perdieran la ilusión de hacerse con un patrimonio honrado y que, vistas las dificultades, optaran exclusivamente por una profesión de futuro, como funcionario público, por ejemplo.
Jerónimo Erro
Un comentario
Para tener todos los datos estaría bien saber cuánto pagan de impuestos los ricoshombres que dirigen la CAN. A lo mejor el sueldillo de 12.000 euros mensuales se queda al final en muy poco.