A uno no le convence demasiado la idea de que todo lo que esté pasando sea fruto de un plan único y semidiabólico. Lo que uno sabe es que las últimas ideologías neopaganas propugnan cada vez con más fuerza la ingeniería social como un método indiscutible. Es decir, que contemplan al conjunto humano y social como una especie de rebaño o casi de cultivo (como las pilas de Matrix) que ha de ser medido, pesado y dirigido… por su propio bien. Así pues es muy posible que, más o menos exitosas, haya no una sino varias conspiraciones globales de millonarios iluminados dispuestos a planificarnos de una u otra forma.
No me cabe duda que uno de los instrumentos que han podido estar alentando más o menos a propósito es la hipotequización de todo quisque. El resultado está a la vista, porque una sociedad de endeudados crónicos es una balsa de aceite. No hay revolución sin sans-culottes, sin proletarios, sin carne de cañón insolvente. Este proceso tiene su parte buena, naturalmente, porque es buena la tranquilidad. Pero también su parte mala porque el aborregamiento es muy malo. La crisis actual tiene bastante que ver con todo esto y no parece razonable que se vaya a salir de la misma a no ser que cambie esa huida hacia adelante que es la pretensión de vivir de las rentas hipotéticas. Dicen que el hambre aguza el ingenio así que a lo mejor, a fuerza de crisis, acabamos entendiendo que nos hemos pasado de listos al preferir el bienestar al bienser.
Jerónimo Erro