Hay tres teorías y tres prácticas en esto de la representación.
La teoría legal y vigente, conforme a la cual se celebran las elecciones generales en España, es la que se basa en el mito franchute de la soberanía nacional, y afirma que aunque los diputados a cortes sean elegidos por circunscripciones, una vez elegidos, ya no se deben a sus electores (ni a su programa…) sino a todos los españoles indistintamente, (o sea, a ninguno en concreto), pues se convierten en representantes de una difusa soberanía nacional que por lo visto sólo los partidos políticos tienen derecho a trocear.
La teoría de los nacionalismos periféricos es, a escala reducida, idéntica a la anterior. Lo peor es que se basa en la reivindicación simultánea de varias soberanías nacionales que, en caso de confluir mayoritariamente en unas cortes las convertirían en una “comisión liquidadora de España”. Imagínense un parlamento con diez y siete peneuves…
Finalmente está la teoría del sentido común. Consiste en la formación de un órgano -Las Cortes- que sea como una fotocopia reducida de toda la sociedad y cuya misión sea obligar al Poder a oír todas las voces legítimas. La práctica de esta teoría se remonta al nacimiento de las cortes medievales y nunca ha llegado a desaparecer del imaginario popular. Por ella se mantienen las circunscripciones; en su nombre piden el voto los candidatos. Por eso todavía queda gente que se emociona al votar pensando que elige a “sus” representantes. En virtud de esta idea de representación fueron recibidos como héroes los diputados navarros de cuando la Gamazada. Y en fin, es por el recurso visceral a esa teoría por lo que, amparados en su lógica -que no comparten- han tratado los nacionalistas vasquistas que Uxue Barcos aparezca como la única y genuina representante de Navarra en Madrid.
El hecho de que ahora UPN haya descubierno la oportunidad de poner la etiqueta de “navarros” a sus diputados es sospechoso, pero no deja de ser una buena noticia. Ojalá que pudieran recibir ese apelativo no sólo los upeneros sino todos los diputados y senadores que los navarros “enviamos a Madrid”.
Jerónimo Erro