LA VIOLENCIA QUE SE VEIA VENIR Estamos tensos. No hace falta mucho esfuerzo para ver cómo bajo las placidas aguas de la legalidad vigente hay una violencia egoísta que pugna por sacar a la luz lo peor de cada cual. En su informe periódico sobre las luces y las sombras de los medios de comunicación la portavoz de la Federación Ibérica de Telespectadores, la pamplonesa Maribel Martínez, se pregunta -y se responde- lo siguiente: “¿Puede extrañar, a alguien, la violencia existente en las aulas, en las calles, en los hogares, etc.? Otro gallo nos cantara si se hubieran afrontado las alarmas que se encendieron desde hace más o menos veinte años en relación con la banalización de la violencia en el cine, en la televisión, en los videojuegos; lo mismo cabría decir de los informativos, en los que se presenta a diario como espectáculo imprescindible”. Este enfoque de la cuestión es compartido por una gran parte de los padres, pedagogos, psicólogos y educadores en general. Pero hace veinte años los agoreros que profetizaban un aumento de la inseguridad, de la droga, de las cárceles y de la violencia en general no eran mas que aguafiestas ridículos. Cavernícolas que no sabían mas que decir que NO a todo: no al divorcio, no al aborto, no al condón, no a las huelgas salvajes, no a las drogas, no al rock duro, no al destape , no a la telebasura, no a la lode-logse-loe, no, no y no. Seguramente los noístas tendrán su parte de culpa. Por haber sido antipáticos. Por no explicarse con más claridad. Por no dar siempre buen ejemplo. Pero al menos lo advirtieron. Ellos no han traido esta rabia extraña que salta donde menos se espera por encima de leyes represoras y por encima de tópicos buenistas. Son otros, los que entonces contradecían con desparpajo a los negativos, quienes callan. No están las cosas como para recetas simples pero para empezar se me ocurre una: alguien debería pedir perdón. Jerónimo Erro