Después de una Semana Santa tranquila, se acerca la hora de la verdad para todos los partidos políticos. Rivera dice que quiere que la salida mejor es un Gobierno fruto del acuerdo entre PP, PSOE y Ciudadanos. Se acerco al PSOE para que no se fuese con Podemos y luego pegó alguna patada demás al PP, pero hay que reconocer que su análisis es correcto ya que los tres partidos comparten una serie de valores tanto en política económica, como en materia de integración europea, o en la necesidad de sobrellevar con eficacia el desafío de los independentistas catalanes y por último en la lucha contra el terrorismo que ha vuelto a golpear a la Unión Europea en Bruselas. La situación objetivamente pide a gritos un Gobierno fuerte en Madrid.
Rajoy si no mueve el culo en los próximas días ¡adiós Madrid! se le pasará todavía más el arroz. Sánchez dice que quiere consensuar con Podemos pero en algunos aspectos no parece posible, por las fuertes discrepancias tanto dentro del PSOE como de Podemos. Ningún partido se encuentra como para tirar cohetes, pues con el paso del tiempo afloran las contradicciones y los problemas.
Estamos ante un verdadero nudo gordiano de difícil desenredo, al no poder ningún partido articular un Gobierno en solitario. El partido (2) quiere junto con el (4) pero no pueden, puesto que el (2) descarta al (1) que es el que más diputados tiene. El (2) quiere contar con los otros (3, 5, 6,..) sin descartar al (4) al que los demás lo descartan y el no. Tampoco una unión extensa liderada por (2) les aseguraría que puedan cumplir con un programa reformador, sin contar con el (1). El acuerdo de (2) y (3) no es suficiente como no cuenten con más complicidades y abstenciones que más pronto que tarde se cobrarían sus réditos. El único acuerdo viable es del (1) y el (2), al que se le podría añadir el (4).
Pero de momento parece que todo sigue encastillado y los plazos se acortan… Tampoco sería de extrañar que se estén acordando cosas fuera de los focos de la prensa. Todos quieren evitar la responsabilidad pública de responsabilizarse de nuevas elecciones. El sentido común dice que ante el desafío terrorista cierto, unido al reto de regenerar la democracia, junto a la necesidad de parar a los independentistas y la todavía urgencia de fortalecer la economía obligaría a consensuar un gobierno reformista potente que este a la altura de todos estos desafíos, anteponiendo los intereses generales a los de cada partido.
Desde la perspectiva que da la media distancia, después de desconectar unos días, al volver a la vida ordinaria vemos claramente la vaciedad de muchos de los slogan esgrimidos que hacen sonrojar al más pintado. Si al final lo que quieren son elecciones o estas se terminan imponiendo como irremediables, después de ellas presumiblemente también habrá que pactar, consensuar y ponerse de acuerdo entre distintos. Seguiríamos con los mismos problemas, pero con un tiempo perdido y unos gastos innecesarios.