Dentro del diccionario politiqués relativista existe un argumento falso, manido y con pinta de convincente que consiste en decir: «no dejará de existir (algo malo) por el hecho de ilegalizarlo». Según las circunstancias lo han utilizado portavoces del PP, del PSOE, de UPN o de NAbai para justificar la tolerancia de cosas intolerables como el aborto, la droga, el nudismo, la telebasura, la blasfemia o la prostitución. Cuando se han visto acorralados por alguna evidencia y antes de tomar una posición contundente que se suponga arriesgada en términos electorales han preferido dar largas -y dejar hacer- alegando una presunta tolerancia. Parece que se olvidan de cuál es el origen, fundamento y razón de ser de las leyes, del gobierno y de la política. Que están ahí, entre otras cosas, para reprimir el mal. Los historiadores suelen afirmar que la promulgación reiterada de una determinada condena a lo largo de un período indica que esa ley de hecho no se cumple. Y es cierto. Es verdad que la ley, por si sola, no siempre consigue doblegar la misteriosa libertad de los hombres. Es verdad que no por ser prohibido dejará de existir el mal. Pero es igualmente cierto que si no se prohibe se terminará al cabo justificando, defendiendo y ensalzándolo. Del crimen despenalizado al obligatorio no hay un gran trecho. Al fin y al cabo el relativismo no es mas que un periodo de transición hacia la vuelta de los dogmas, así que más vale que cada uno vaya defiendiendo, de verdad, aquellos en los que sabe que está la verdad.