Estoy muy de acuerdo con el planteamiento foralista que acaba de airear con contundencia el diputado Carlos Salvador al reclamar no devolución de competencias al estado sino mayor responsabilidad foral en las regiones. Me ha parecido muy hábil hacer esa reivindicación foral en un momento en el que el nacionalismo unionista constitucionalista amenaza con una nueva centralización con el argumento del ahorro. Y me ha parecido especialmente pedagógica la definición que hace Salvador de los límites de la foralidad: libertad y responsabilidad; coordinación y lealtad. Todo esto demuestra que lo más original en el sentido de lo más sorprendente suele ser lo más original en el sentido de lo más cercano al origen.
Ahora bien. Una vez que se pone en marcha el punto de vista foral de las cosas políticas -también conocido como principio de subsidiariedad- podría ser incoherente limitar su aplicación a los entes autonómicos. ¿Por qué han de ser forales los gobiernos autonómicos y no respetar la foralidad de todos los otros cuerpos intermedios? ¿Es que la vida social y política se agota en el Gobierno de Navarra? ¿Es que los ayuntamientos, los sindicatos, las familias, las instituciones académicas… no tienen también derecho ser libres y responsables, coordinados y leales? El Gobierno de Navarra hace muy bien en salir por sus fueros. Pero hará muy mal si a partir de ahí se convierte, con relación a las entidades menores que forman el tejido social y político de Navarra, en otro pequeño centralismo acaparador.